sábado, 19 de abril de 2008

Muerte de la reina Blanca

El nombre de María de Padilla, que no debe confundirse con el de María Pacheco, esposa del célebre comunero Juan de Padilla, ha pasado a la historia, por ser el que recibió el gran amor de Pedro I de Castilla, conocido como el Cruel.Nació hacia 1334 en Astudillo, provincia de Palencia, y allí la conoció el rey, cuando corría el año 1352.
Poco tiempo después, en el año 1354, y en este mismo pueblo palentino, fundó la dama un monasterio de clarisas, que todavía perdura, y donde existe, al día de hoy, un pequeño museo dedicado a los amantes y cuya visita recomiendo. Es una bonita muestra de arte mudejar y las monjas que lo enseñan son de un trato exquisito.
A pesar de estar ya enamorado de María de Padilla, y al parecer muy a su pesar, el monarca contrae matrimonio en 1353 con Blanca de Borbón, a la que abandona a los tres días de la boda por adúltera. En 1361 parece que decide acabar con esta situación y manda asesinar a su esposa Blanca, para de esta manera, poder casarse con su amada María y legitimar la sucesión al trono del hijo de ambos, Alonso.
Aunque no todos los historiadores están de acuerdo en lo del magnicidio, a nosotros nos viene de perlas para colocar el siguiente romance que describe con especial crudeza, sobretodo en los versos finales, estos sucesos:

Muerte de la reina Blanca

Doña María de Padilla
no os me mostrais triste vos
que si me casé dos veces
hícelo por vuestra pro
y por hacer menosprecio
a doña Blanca de Borbón.
A Medina Sidonia envío
a que me labre un pendón,
será el color de su sangre,
de lágrimas la labor;
tal pendón, doña María
le haré hacer por vos;
y llamara a Iñigo Ortiz,
un excelente varón,
dijole fuese a Medina
a dar fin a tal labor.
Respondiera Iñigo Ortiz:
Aqueso no haré yo,
que quien mata a su señora
hace aleve a su señor.
El rey de aquesto enojado
en su cámara se entró
y a un ballestero de maza
el rey entregar mandó.
Aqueste vino a la reina
y hallóla en oración.
Cuando vido al ballestero
la su triste muerte vio;
aquel le dijo: Señora,
el rey acá me envió
a que ordenéis vuestra alma
con aquel que la crió,
que vuestra hora es llegada,
no puedo alargarla yo.
Amigo, dijo la reina,
mi muerte os perdono yo,
si el rey mi señor lo manda
hágase lo que ordenó,
confesión no se me niegue
sino pido a Dios perdón.
Sus lágrimas y gemidos
al macero enterneció,
con la voz flaca temblando
esto a decir comenzó:
¡Oh Francia, mi noble tierra!
¡Oh mi sangre de Borbón!
Hoy cumplo diecisiete años,
en los dieciocho voy.
El rey no me ha conocido,
con las vírgenes me voy.
Castilla, ¿di qué te hice?
no te hice traición,
las coronas que me diste
de sangre y suspiros son,
mas otra tendré en el cielo,
será de más valor.
Y dichas estas palabras
el macero la hirió,
los sesos de su cabeza
por la sala les sembró.

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