El abuelo leonés de Felipe González
A finales del siglo XIX y comienzos del XX se produce en Bizkaia un gran despeque de la actividad minera del hierro, ligada irremediablemente a la producción siderúrgica, motor del desarrollo industrial de nuestra provincia en este periodo.
El crecimiento de la demanda de mano de obra, que este desorbitado desarrollo de la actividad minera produjo, fue la causa de que numerosos hombres, provenientes mayoritariamente de las comarcas de dedicación agropecuaria menos rentables de León y Zamora, acudieran a vender su fuerza de trabajo a las diferentes explotaciones mineras que por entonces florecían.
Seguramente, la zona minera más conocida de Bizkaia sea la de los montes de Triano, lugar de origen de La Pasionaria, y con una tradición de más de dos mil años en la extracción de mineral de hierro.
Sin embargo, hay otro macizo montañoso, quizás menos conocido, que en aquellos tiempos bullía de actividad. Se trata del macizo de Alén (Sopuerta), donde se formaron, de la nada, numerosos pueblos, hoy en día desaparecidos o a punto de desaparecer. Así, por ejemplo, tenemos el caso de la Mina Federico, pueblo hace tiempo abandonado, del que se conservaban, hasta hace bien poco, los cimientos de algunas casas que fueron arrasados con un plantío de pinos por parte de la diputación. O el propio caso de Alén, hoy con una sola vecina, y que llegó a tener cuartel de la Guardia Civil y más de 500 vecinos. La Mina María, El Sel o Las Barrietas serían otros ejemplos de pueblos creados “ex novo”, fruto de la actividad minera de esta época en la comarca encartada.
Al pie de este macizo se encuentra el enclave cántabro, hoy llamado Valle de Villaverde, y hasta hace pocos años conocido como Villaverde de Trucios.
Pues bien, el motivo de toda esta perorata es el de ocuparme de uno de aquellos hombres, de nombre Pío González, que, partiendo de la provincia de León, llegó hasta estas tierras en busca de trabajo. Seguramente hiciera el viaje en el ferrocarril de La Robla, tren minero que unía Bilbao con la zona carbonera de León, ya que era natural de Valverde de la Sierra. Sea como fuere, el caso es que tuvo más suerte que la mayoría de sus paisanos y, no sólo consiguió colocarse como mozo en una vaquería del citado pueblo de Villaverde, sino que además se casó con la hija del dueño de la misma y, pasados unos años, se trasladó al pueblo sevillano de Dos Hermanas, donde se hizo cargo de otra explotación que allí poseía su suegro. Uno de los futuros nietos de esta pareja será Felipe González Márquez. Así nos lo cuentan Marta Zaldibar y Ricardo Santamaría en su libro “Villaverde de Trucios en el corazón”.
2 comentarios:
Jobar, vaya historias más interesantes nos contáis en este blog...
Hola Ricardo, me alegra que te aprezcan interesantes nuestras historias.
Un saludote.
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