martes, 23 de enero de 2007

"Yo, Claudio" de Robert Graves. La fidelidad histórica de una novela.


ESTRUCTURA ECONÓMICA

UNIDADES PRODUCTORAS
El poder imperial fue el garante de la pax romana que permitió, tras la etapa convulsa de la guerras civiles, una sensible elevación de los índices económicos. Ello se dio en un marco general de insuficiente progreso técnico y utilización de mano de obra esclava, determinante en ciertas zonas del Imperio, que coexistía con trabajadores libres y libertos, integrados en collegia profesionales.
Dentro del cuadro general de la economía romana, el sector agropecuario quedó siempre como el sector clave.
Las condiciones en que se desenvolvía la actividad de la familia rústica eran de una mayor dureza de las que se dieron entre los esclavos urbanos. La habitación en precarias cellae familiae, los rigores del trabajo o la ergastula (celda de castigo) representan algunas de estas drásticas condiciones. Los esclavos no sobrepasaban la veintena en las villae pertenecientes al territorio urbano, las únicas unidades de explotación donde la esclavitud fue dominante. Se trataba de esclavos con una cierta calificación, que poseían oficium y artificium. La epigrafía informa sobre los villici, anteriormente esclavos y colocados por sus dueños como capataces para dirigir a los restantes esclavos de estas villas. En las grandes propiedades, la explotación corría a cargo de hombres libres, los colonos, a los que se arrendaban pequeñas parcelas, con frecuencia por un lustro (locatio-conductio) con carácter renovable.
Encontramos unidades económicas de distinto tamaño en época altoimperial, variando en tamaño, número de trabajadores y capacidad económica.
Las pequeñas fincas eran unidades sin una incidencia en el movimiento económico general. El trabajo era desempeñado por los integrantes de la familia, que podían emplearse como asalariados temporales, dado sus limitados recursos.
Las villae, medianas explotaciones, sostuvieron el grueso de la producción agraria y su depresión, detectable ya en el siglo II, corrió paralela a la pérdida de importancia de la esclavitud. Propiedad de las élites municipales, se dio una dominancia de la mano de obra esclava, en número limitado como dijimos, que alterno con obreros libres contratados temporalmente y provenientes muchas veces de explotaciones más pequeñas. Estas fincas ubicadas dentro del cinturón agrícola de la ciudad, y por tanto sometidas a sus restricciones, practicaban el policultivo. La producción estaba orientada al mercado, cuyas oscilaciones incidían profundamente en la villae. La casi nula capacidad de reconversión de estas villae, que se difundieron ampliamente en época altoimperial, imposibilitó evitar su decadencia.
Durante el alto imperio una minoría social concentró en sus manos amplias extensiones de tierra. Tal concentración podía adoptar la forma clásica o republicana, esto es, una gran unidad de extensión continua, o, por el contrario, podía presentar una discontinuidad en el espacio y, por tanto, la propiedad pertenecer a distintas explotaciones.
El fenómeno de concentración de la propiedad es constatable igualmente a nivel provincial. Los latifundios privados se hallaban básicamente en manos de miembros del orden senatorial, que poseían tierras en sus lugares de origen.
Junto a los latifundios privados existían los latifundios imperiales. Las tierras imperiales se ampliaron por distintas vías, como era la herencia. Otros procedimientos eran la condena a muerte y confiscación de tierras a ciudadanos. No es posible establecer un cuadro de las tierras imperiales dado el carácter lacunario de la información.

PRODUCCIÓN AGROPECUARIA

La producción agropecuaria fue la base de la economía romana. De todas formas, en el Imperio se evidente la disimetría de recursos entre las distintas áreas. Los beneficios proporcionados por la agricultura constituían la base del lujo de los sectores sociales elevados a nivel del Imperio o local, y el medio de vida para un amplio número de población en la escala social inferior. Con las fuentes disponibles actualmente es imposible establecer el volumen de la producción. En todo caso, en época altoimperial se asistió a una elevación de los índices productivos, tendencia general en la que es posible establecer una jerarquizacion en beneficio siempre de productos que alcanzaban un precio más elevado en el mercado.
En los espacios que orlaban el Mare Nostrum se daba la triada mediterranea, formada por el cereal, la oliva y la uva. Los cereales proliferaban en el Norte de África y, alternando con los olivos, en el Sur de Hispania, rica también en vid. El olivo requiere escasos cuidados, pero es necesario el pasos de los años para que de fruto, lo cual comportaba su vinculación con propietarios cuyo patrimonio gozaba de cierta salud. A su vez, la producción olearia cumplía un papel como producto alimenticio y en otros aspectos de la vida.
Para completar la triada mediterranea, en la producción cerealícola hay que introducir una variante representada por las diferencias que separaban la parte oriental y occidental del imperio. En oriente existían áreas punteras en la producción de trigo que constituyeron auténticos granero de Roma, pero se trató de excepciones en un mundo globalmente caracterizado por sus bajos niveles productivos respecto a Occidente.

PRODUCCIÓN INDUSTRIAL

La unidad de producción industrial fue el taller pequeño o mediano con un número limitado de trabajadores y una tecnología escasamente evolucionada. Estos talleres nunca llegaron a alcanzar dimensiones notables y en caso de obtención de un margen de beneficios la práctica era proceder a la creación de una unidad de dimensiones similares, lo cual nos coloca ante una parcelación de la producción. Tal hecho contribuía a frenar la obtención de una producción a gran escala, que se veía también limitada por una tecnología arcaica que, no obstante, experimentó algunos avances que chocaron con la mentalidad de los propietarios.
El Alto Imperio representa un momento de apogeo de la explotación de minas y canteras. En este momento, los recursos mineros aparecen muy localizados. Las minas Hispanas, muy nombradas en las fuentes literarias, fueron beneficiadas de forma especial durante el Alto Imperio, sobre todo las cuencas mineras del noroeste, ricas en oro un en menor medida en plata. El Imperio contaba también con importantes canteras repartidas por todo su territorio
Los yacimientos mineros eran propiedad del Estado romano, que explotaba directamente los más rentables, mientras una serie de pozos podía pasar a propiedad privada o ser alquilados a cambio del pago de un canon. Pero desde el reinado de Tiberio se produjo un viraje que hizo que pasaran a dominio estatal minas que estaban en manos de particulares. El procedimiento más frecuente fue la expropiación.
Durante el Alto Imperio los esclavos realizaron el grueso de las tareas en minas y canteras, aunque es necesario matizar por zonas y ritmos temporales. El trabajo en minas y canteras se nutría también con los condenados. La damnatio ad metalla era una pena impuesta de por vida (por cometer un delito) tanto a hombres libres como a esclavos.

IMPORTACIONES

Dentro de la producción de mercancías, destacó la industria alimenticia y la fabricación de contenedores cerámicos. La importancia de Hispania como productora de aceite y vino queda patente tanto en las alfarerías (figlinae) que abastecían de ánforas para el transporte, como en el elevado número de individuos de dedicados a los negocios aceiteros. Dentro de la alfarería, hay que destacar además la producción de terra sigilata, en la que Italia había ocupado un lugar de privilegio hasta que en otros lugares empezó a desarrollarse esta técnica.
La industria del vidrio se vio beneficiada por la invención del vidrio soplado en Sidón, a finales de la República, que permitió la fabricación de recipientes a gran escala. Respecto a la metalurgia, cabe reseñar dos polos en Italia. Tradicionalmente Campania había ocupado un lugar de privilegio, que se mantendrá, a la vez que continuó la actividad en Etruria.
En el ramo textil destacaron los productos de Asia Menor, Siria-Palestina, Egipto, Hispania y la Galia. La circulación de estas mercancías se vio favorecida por el desarrollo de la construcciones navales.
Bajo los césares las relaciones mercantil-monetarias alcanzaron su pleno desarrollo, hasta el punto de enmascarar la base natural de la economía romana. De esta manera, el comercio interprovincial cobró una gran importancia.
La estabilidad del régimen imperial, la obtención de índices productivos más elevados, la cura de infraestructuras portuarias y rutas, la circulación monetaria y otros tantos factores aparecen en la base de un incremento del comercio interprovincial.
Los intercambios comerciales en época altoimperial se vehicularon mayoritariamente a través de ejes marítimos que brindaban mayores condiciones de celeridad y seguridad, frente a una red terrestre caracterizada por el uso obligado de tiempos largos y el peligro constante del bandolerismo. El Mare Nostrum llegaría a convertirse en un tupido mapa de rutas comerciales de diversa importancia. En este campo la actuación del Estado se revela con gran nitidez. La dominancia de los ejes marítimos era el punto final de un proceso previo en el que jugaban un papel decisivo varios elementos: las propias vías terrestres, las arterias fluviales y los puertos marítimos. Estas actividades comerciales además se beneficiaron de una fluida circulación monetaria.
La masa de mercancías se hallaba integrada por materias primas, productos de primera necesidad y mercaderías de lujo que necesitaban de una organización para poder ser distribuidas a lo largo de las provincias del Imperio.
La capital de este Imperio polarizó un intenso trafico como redistribuidora de mercancías. El papel central de Roma en los intercambios fue “artificial” porque no era una consecuencia de su desarrollo productivo sino de su papel como núcleo receptor-distribuidor. Además de redistribuir, Roma también se quedaba con parte de las mercancías, ya que la plebe constituía un sector consumidor de víveres a bajo precio o gratuitos por decisión de los césares.
La llegada regular de alimentos a Roma fue asegurada por el Estado a través de la prefectura de la annona, las mejoras en el transporte marítimo y las infraestructuras portuarias.
Un hecho destacable fue la ampliación de los contactos comerciales con comunidades establecidas fuera de las fronteras Imperiales ya desde los mismos inicios del Principado. En esta época se registra un crecimiento de la demanda de productos orientales de alto precio, que tenían como destinatarios a césares e integrantes de los sectores más elevados de la sociedad romana. Estas importaciones, cuyo volumen superaba amplísimamente el monto de la exportaciones, comportaban un desequilibrio de la balanza comercial. Los ejes comerciales presentan una jerarquización en favor siempre de Oriente.

CONCLUSIONES

La economía no es un aspecto en el que el autor haga mucho incapié, aunque si que hace referencias a la escasez de fondos imperiales con Calígula, ya que gastó cantidades ingentes para realizar sus espectáculos, y por esta razón empezó a inventar nuevos impuestos y a cobrar herencias de forma ilícita matando a los herederos. También se cita la importancia de los graneros egipcios, principales exportadores de trigo para Roma.
De todas formas, aunque no desarrolle mucho este tema, si que da muestras de fidelidad histórica, ya que a veces nombra el fisco y sus funciones correctamente, o explica la necesidad de las importaciones y sus lugares de origen.

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