lunes, 16 de noviembre de 2009

Breve historia de los castratti - Los castratti en la iglesia

La iglesia y la castración


Hasta la introducción de los castratti, las partes del cantus o soprano se dejaban a la interpretación de niños o falsetistas. Se cree que fue en las iglesias españolas donde se utiliza por primera vez a los castrados a modo de cantores. Estos fueron introducidos por los árabes en el siglo XII. Esto es demostrado por una bula del Papa Sixto V. Es además muy probable que los castratti Francesco Soto y Giacomo Spagnoletto cantasen en el siglo XVI en la capilla papal, aunque este dato no aparezca en los archivos del Vaticano. Hasta este siglo, la iglesia no se vio enfrentada al problema de la castración. Gregorio XIV y Clemente VIII trataron de embellezer la práctica de la castración, “legalizando” de esta manera los castratti que ya usaban, llamados hasta ahora “falsetistas”. A partir de entonces comenzó la época dorada de los castratti. Esta práctica estuvo bien vista por la iglesia hasta la llegada de Benedicto XIV en el siglo XVIII. A partir de este momento empezaron a tomarse medidas contra la práctica de la eviración, tales como la excomunión para aquel que realizase la intervención.

A pesar de estas medidas, los papas seguían sin excluir a los castrados de sus coros, y en los conservatorios se seguía formando a estos cantantes. Es por ello que se empezó a permitir a las mujeres subirse a los escenarios en los estados pontificios. Esta medida, unida a la decadencia de la enseñanza del canto en los conservatorios, llevó a la extinción de los castratti. Una vez retirados de escena los dos últimos castrados, la iglesia se vio sola ante el problema de los eunucos. Estos seguían formando parte de sus coros, y los mandatarios regionales no sabían que hacer con estos pobres desdichados a caballo entre el pasado y el presente. A finales del XIX, Lorenzo Perosi, director de la Capilla Pontificia, luchó enodadamente para que se excluyera a los sopranistas de la capilla. Tras varios debates, Leon XIII firmó la ordenanza que excluía a los castratti de la Capilla Pontificia. Alessandro Moreschi fue el último, el cual nos dejó además una grabación con su voz.

La situación de los castratti en las capillas de música.

Los coros, sobre todo la capilla papal, fueron muy celosos de sus castratti: los cuidaban bien, y aseguraban sus rentas para evitar que se marchasen en busca de fortuna a otro coro. Alrededor de 1780, solo en Roma, había empleados más de doscientos castratti. La incorporacion masiva de castrados a comienzos del XVII fue un acontecimiento sin precedentes, por lo que tampoco se pusieron muchas trabas. Pero el teatro era un reclamo muy jugoso para los cantantes. En San Marcos de Venecia, por ejemplo, los tenores y bajos eran los mejores pagados, pero con la llegada del fenómeno castratti, los mayores sueldos iban destinados a los castrados, de forma que las ofertas de los teatros se viesen contrarestadas. Aún así, muchas veces los cantantes de las capillas eran requeridos para realizar papeles, dejando de lado muy a menudo sus antiguos trabajos de cantores en las iglesias.

En la Capilla Sixtina, sin embargo, casi todos los cantantes eran sacerdotes o clérigos. Antes no era si, como ocurrió en el caso de Palestrina, que fue expulsado del coro por estar casado. Se sabe que en la Capilla Pontificia también se sufrieron periodos de crisis, ya que las ofertas realizadas por los empresarios teatrales eran inigualables por los coros eclesiásticos. Aún así, en esta capilla hubo grandes castrados. En 1622 cantó en ella Loreto Vittori, primer gran castrado italiano. Allegri, aunque fue un mediocre castrado, tuvo un gran éxito como compositor, destacando su famoso Miserere, que más tarde fue transcrito por Mozart. La Capilla solía tener 32 cantantes, 8 para cada voz. Todos los sopranos eran castrados, mientras que la voz de contralto la realizaban falsetistas. La mayoría de los cantantes eran italianos, siendo la española la segunda nacionalidad predominante. Todos entaban en torno a los 20 o 25 años de edad, residiendo en las iglesias de la ciudad y teniendo que abandonar el coro tras 25 años de servicio. Dependían de la protección de un cardenal, y eran dirigidos por un maestro elegido directamente por ellos. A parte de las vacaciones, tenían días libres, salvo los de precepto. Cantaban sobre todo en las misas del Papa y en ciertas ceremonias externas en la ciudad de Roma. A su vez, podían ser enviados a cualquier parte dentro de los estados
pontificios.


Bibliografía

P. BARBIER, Historia de los castrati, Buenos Aires, 1990

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PESCHEL, ENID RHODES, Medicine and Music: The Castrati in Opera , Opera Quarterly, 4:4 (1986/1987:Winter) p.21

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KEYSER, DOROTHY, Cross-Sexual Casting in Baroque Opera: Musical and Theatrical Conventions , Opera Quarterly, 5:4 (1987/1988:Winter) p.46

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MEDINA, ANGEL, Los atributos del capón: imagen histórica de los cantores castrados en España, Madrid, Instituto Complutense de enseñanza musical, 2001

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