La Feria de La Hoya en el Valle de Villaverde (Cantabria-Encartaciones)
Es de sobra conocida la importancia que la actividad siderúrgica ha tenido a lo largo de la historia en el Pais Vasco, principalmente en Bizkaia, y dentro de la provincia, en la comarca de Las Encartaciones.
A finales del siglo XVIII, calcula Iturriza, para Las Encartaciones, una producción anual aproximada de 37.000 toneladas de mineral de hierro, que se convertirán, hacia 1866, en unas 69.000, teniendo en cuenta para esta última fecha, sólo, las que salían por mar.
Hasta la incorporación del Pais Vasco a la revolución industrial, en el último cuarto del siglo XIX, el aprovechamiento local del mineral para la producción de hierro, se realizaba mayoritariamente en ferrerías, que, debido a su obsolescencia, verán su fin a principios del siglo XX, si bien su declive había comenzado mucho antes, pues ya durante la primera mitad del siglo XIX, su número había decrecido considerablemente. Así, según Iturriza, a finales del siglo XVIII, había 146 ferrerías en Bizkaia y 24 en Las Encartaciones, de las cuales sólo quedaban una veintena para 1864.
Asociada a esta actividad ferrona, hay otra, indisolublemente ligada a ella, como es la de la fabricación de carbón vegetal, que permite la obtención de temperaturas muy superiores a las que proporciona la simple quema de la madera. Mientras el poder calorífico de la madera oscila entre los 12.000 y 21.000 KJ/Kg, el del carbón vegetal varía entre 29.000 y 35.000. Teniendo en cuenta que el hierro funde a 1500º C, se puede comprender la importancia que adquiere el carbón vegetal en el proceso. Por otra parte, el carbón vegetal proporciona al hierro el carbomo necesario para aumentar su dureza. De la Wikipedia:
“Otro uso fundamental del carbón vegetal en la historia de la humanidad es su empleo en la metalurgia. La metalurgia el hierro, comenzada ya unos 1.200 años a.C. y que se desarrolla en Europa durante la “edad del hierro” (700 a. C. hasta el 68 d. C.), no hubiese sido posible sin el carbón vegetal ya que las elevadas temperaturas que se requieren para fundir los minerales no pueden alcanzarse utilizando simplemente madera o los combustibles de la edad del hierro. Además, el carbono que contiene el carbón vegetal actúa como reductor de los óxidos del metal que forman los minerales y con la técnica apropiada parte de este carbono puede alearse con el hierro para dar lugar al acero, mucho más duro que el hierro, lo cual fue fundamental en el desarrollo de armas y herramientas más resistentes.”
De hecho, una de las mayores dificultades con las que se enfrentaban las ferrerías era la de la obtención del carbón vegetal, debiendo en ocasiones parar su actividad ante la falta de tan imprescindible elemento. Son numerosos los conflictos que, tanto en la Edad Media, como en épocas posteriores, se producen por el abastecimiento de carbón vegetal a las ferrerías, y existen numerosas normativas que regulan la actividad para preservar la durabilidad de los bosques. Como suceso curioso, copio uno, relatado en el artículo “Minas y Ferrerías. Desde las primitivas instalaciones hasta el siglo XVIII”, anteriormente linkado:
“Conflictos con las ferrerías de Mena
En 1702, las ferrerías de las Encartaciones encontraron un suministrador de carbón a bajo precio en Carranza. Desde allí comenzó a llegar una provisión lo suficientemente abundante como para conseguir equilibrar el precio de este material con el que se pagaba en Mena. En vista del peligro los lugares de Villaverde y Mena impidieron el paso por sus territorios a los proveedores de Carranza. La Juntas de Avellaneda reaccionaron en consecuencia y, como no podían evitar la privación de paso impuesta por aquellos valles, dictaron que, en caso de que se mantuviesen en esa actitud, se prohibiría a los encartados el acceso a ellos. Los burgaleses cedieron momentáneamente pero abriendo un nuevo frente: también ellos comenzaron a comprar carbón fuera de su territorio, concretamente en las Encartaciones. En 1703 los dueños y arrendadores de las ferrerías protestaron de esta situación ante el Teniente de Corregidor en razón de que el carbón que se producía en las Encartaciones y que se vendía fuera del territorio, dejaba desbastecidas a las ferrerías locales. Como ocurrió antes con el mineral también ahora se decretó que las ferrerías encartadas debían ser preferidas antes que las foráneas para el abastecimiento de carbón. El conflicto con las ferrerías de Mena permaneció enquistado y siendo causa de frecuentes protestas. En años sucesivos volverán a plantearse los mismos problemas una y otra vez.
En 1715 se presentó la queja de que el mineral que se llevaba a las ferrerías de aquel lugar desde los montes de Triano era transportado por gentes ajenas a la Encartación. En consecuencia se decretó que se guardasen las ordenanzas de forma que las venas sólo las podían sacar al valle de Mena los naturales de las Encartaciones. En esos mismos años los dueños y arrendadores de las ferrerías encartadas comenzaron a padecer desabastecimiento de carbón porque su producción era vendida por los carboneros a otros ferrones de fuera del territorio. Fue necesario volver a recordar, por decreto del Teniente de Corregidor, que los dueños de las ferrerías encartadas tenían preferencia sobre los foráneos en el carbón que producían los montes concejiles.
También se hizo notar en estos años el malestar por la actuación del Valle de Mena aprovechándose de la escasez de cereales. Este valle era el principal abastecedor de trigo de la Encartación pero, desde comienzos del siglo XVIII, la proverbial falta de buenas cosechas en las Encartaciones se agudizó y, sabedores de la demanda existente, comenzaron al legar desde otros lugares de Castilla e incluso desde Andalucía arrieros con grano de todo tipo para venderlo en Balmaseda. Es entonces cuando"se les detiene y compra en el real valle de Mena para volverlo a vender por algun individuo de dicho real Valle de que resulta inconveniente y falta de abundancia y por esta causa se encarece…"
La decadencia de la actividad ferrona, como hemos visto, arrastró consigo a la casi desaparición del oficio de carbonero en Bizkaia, y más concretamente en Las Encartaciones, ya que apenas tuvo vigencia hasta principios del siglo XX.
Sin embargo, las duras condiciones de vida en los años de la posguerra, hizo que algunos recuperaran el oficio, y de esta manera pudiera llegar hasta nuestros días, siquiera su recuerdo.
Con la intención de mantener viva la memoria de un oficio que de otra forma se hubiera perdido en el olvido, en el Valle de Villaverde, enclave cántabro dentro de Las Encartaciones vizcaínas, se lleva celebrando, desde hace nueve años, y en el último domingo de julio, “La Feria de la Hoya”, consistente en la elaboración de carbón vegetal, recogiendo las tradicionales técnicas de elaboración que les han transmitido los últimos carboneros vivos del valle, así como otros eventos festivos, entre los que destaca el asado, y posterior catado, de un hermoso novillo. Tarea que se realiza, como no podía ser de otra manera, empleando el carbón obtenido en la hoya.
La tradición carbonera del valle, que contaba con tres ferrerías en el siglo XVIII, queda bien patente en el Castastro de Ensenada, donde se nos informa que, a mediados del siglo XVIII, de 99 labradores censados en el valle, 25 se dedicaban también al transporte de carbón, y 17 de ellos, además, a su fabricación.
La primera labor para la elaboración del carbón vegetal consiste en el cortado de la leña que posteriormente será carbonizada. Este trabajo se realiza durante los meses de invierno, normalmente en febrero.
Una vez concluído el apilamiento, se procede a su cubrimiento con helechos, cuya función consiste en servir de soporte a la ceniza que va a cubrir la hoya.
Una vez extendidos los helechos, se procede al esparcimiento de la ceniza sobre el montón, de forma que se impida la penetración de aire, lo que provocaría la combustión de la madera, y por consiguiente la destrucción de la hoya.
Una vez que la hoya está bien tapada, llega el momento de extraer “el alcalde”, de forma que quede un espacio en el centro que va a permitir la introducción de las brasas que van a encender la hoya. Una vez que el humo inicial, de color negro, cambia a blanco, la combustión se ha iniciado, y es el momento de tapar la hoya.
Posteriormente, será necesario vigilar que se produzca una buena combustión y perforar la hoya en distintos lugares, oxigenando las zonas de menos calor, de forma que se produzca la carbonización homogenea de toda la madera. Esto exigirá la presencia constante del carbonero junto a la hoya, para lo que deberá construir la cabaña que le servirá de refugio durante los días que dure la misma. De 10 a 15, por regla general.
Toda esta actividad se realizaba en el monte, en claros del bosque, en zonas abrigadas y próximas a los regatos. En el caso de Villaverde, el monte donde se cocian las hoyas era Tejea (Burgüeno), y aún se conservan vestigios de las antiguas hoyas por allí. Precisamente, las cenizas que cubren las hoyas que se construyen en la actualidad, con motivo de la feria, proceden de las recogidas por los vecinos en Tejea, aprovechando los restos que todavía permanecen en el monte.
Todo este proceso de fabricación viene explicado, de forma más pormenorizada, en un excelente artículo de Miguel Polancos Aretxabala, en Euskonews: “La vida del carbonero y proceso para la obtención de carbón vegetal (The life of the coalman and the process of making charcoal)
(Artículo publicado en Zainak 14 - Cuadernos de Antropología-etnografía de Eusko Ikaskuntza)”
También he podido encontrar, en una página personal, un video sobre la fabricación de carbón vegetal en Extremadura, donde parece que el oficio perdura todavía, si bien allí emplean un método ligeramente distinto de carboneo, aunque su fundamento sea básicamente el mismo.
Sobre los carboneros de Villaverde y la Feria de la Hoya, hay un estupendo artículo en red de Eloy Gómez Pellón con fotos de Roberto Ruiz
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