domingo, 2 de septiembre de 2007

La cruz de San Andrés, cruz decussata. o en aspa


Son pocos los datos ciertos que sobre la vida del apostol Andrés tenemos. Guiándonos por lo que dicen de él los Evangelios, sabemos que fue el primero de los apóstoles y discípulo de Juan el Bautista; hermano de Simón Pedro y por tanto hijo de Juan o Jonás, y nacido en Betsaida (Juan , I, 35-44). Sabemos que era pescador de profesión, y que lo abandonó todo para seguir a Jesús de Nazaret (Mateo, 4, 18-20; Marcos, I, 16-18). Poca cosa más nos dicen los evangelios canónicos sobre la figura de Andrés.
Sobre su vida posterior sabemos por escritos apócrifos y otros de algunos padres de la Iglesia. Eusebio de Cesarea nos dice que predicó en Escitia, según nos cuenta en el Libro III de su Historia Eclesiastica:”Así, pues, se hallaban los judíos cuando los santos apóstoles de nuestro Salvador y los discípulos fueron esparcidos por toda la tierra. Tomás, según sostiene la tradición, recibió Partia; Andrés, Escitia, y Juan, Asia, y allí vivió hasta morir en Éfeso”. San Gregorio de Nazianzo nos informa de su predicación en Epiro. San Jerónimo nos habla de su presencia en Acaya. También se le atribuye, siguiendo principalmente a Nicéforo Calixto, su presencia en Ponto, Capadocia, Galaecia y Bitinia; en diversas colonias griegas en torno al Mar Negro como Sínope, donde, según la tradición, se muestra la piedra que le sirvió de púlpito en sus predicaciones, y también en Tracia y Macedonia, para finalizar en Grecia, siendo martirizado en Patras de Acaya. Una información más completa en la Enclopedia Católica y en Canal Social.
Los conocimientos que tenemos sobre su martirio y muerte se basan fundamentalmente en dos escritos. Por un lado Los Hechos de San Andrés, y por otro, la carta que los presbiteros de Acaya envian a las iglesias del mundo relatando el martirio y la muerte del santo, y que al parecer se basa en el relato de alguna de las versiones de los Hechos. En ninguno de los dos textos se cita la cruz en forma de aspa como la del martirio de Andrés. Se describe su crucifixión en un 30 de noviembre de la decada sexta del primer siglo de nuestra era, detallando que fue atado y no clavado a la cruz para prolongar su agonía, pero parece que en ningún momento se describe la cruz como de una forma especial distinta de la latina. Para un relato más pormenorizado del martirio: Vida de los apostoles.
Sin embargo, actualmente, la iconografía más extendida de San Andrés lo representa bien sea crucificado en una cruz en aspa o cruz decussata, también conocida como cruz de San Andrés o de Borgoña, o bien junto a ella, en muchos casos sujetándola.
Vemos por tanto cómo esta iconografía de San Andrés no tiene ningún fundamento histórico, pero ¿cuándo y dónde surge esta tradición?. Existe común acuerdo para ubicar sus orígenes en época medieval, aunque no se llega a un acuerdo entre los estudiosos acerca de los primeros ejemplos de esta representación de su martirio.
Don Antonio Ruiz de Elvira Prieto, en su artículo “La "Crux Decussata" y el martirio de San Andrés Apostol” atribuye a Jean Fouquet, en una ilustración del Libro de Horas de Étienne Chevalier, la primera representación del martirio de San Andrés en una cruz decussata, cuando corría el año de 1450, ya que, al parecer, anteriores representaciones de esta cruz en aspa, citadas por otros autores, se corresponden con cruces en tau, es decir, con forma de Y.

Breviarium polaco

Sin querer enmendar la plana a nadie, y con todas las reservas, navegando por la red, encuentro un par de representaciones de San Andrés con la cruz en aspa como instrumento de su martirio, y que están datadas en fechas anteriores a aquella de 1450 en que se pinta la de Fouquet. Así, en primer lugar, citaré una miniatura de un breviarium polaco fechado sobre 1400 y en el que el santo aparece con una pequeña cruz decussata en sus manos. En segundo lugar tendríamos otra miniatura, esta vez del Salterio de Lutrell, obra inglesa datada en el siglo XIV, entre los años 1325 y 1335, y en la que San Andrés aparece atado a una perfecta cruz en aspa.

Salterio de Lutrell

Sea como fuere, lo que parece indudable es que a partir del siglo XVI la iconografía de San Andrés con la cruz en aspa, que durante la Edad Media no logró una amplia aceptación, se extiende considerablemente. La mayor parte de los autores parece que responsabilizan a la casa de Borgoña de esta rápida difusión, y es que la creación de la orden del Toisón de Oro por Felipe el Bueno , y su patrocinio por San Andrés, van a traer como consecuencia la adopción de la “crux decussata” como símbolo de la divisa de la casa de Borgoña por parte de Carlos el Temerario. Y es que una de las más tempranas representaciones de la “decussata” es del Breviario de Felipe el Bueno, de hacia 1455, a la que suceden una moneda de Carlos el Temerario con la misma representación del santo y un grabado relacionado con el mismo magnate de hacia 1468, según nos dice Don Antonio Ruiz de Elvira Prieto en el trabajo citado anteriormente.
Para el territorio peninsular el autor nos cita un relieve en madera de Felipe Vigarny, en la capilla de Santa Ana de la Iglesia parroquial del Castillo en Cervera de Pisuerga y que data hacia 1513. Sin embargo, según la datación que dan los expertos que han analizado y restaurado las vidrieras de la Iglesia de Santa María de los Reyes de Grijalba (Burgos), tendríamos en ellas un ejemplo anterior de San Andrés con la decussata en territorio español, ya que las vidireras se fechan en la primera mitad del siglo XV, atribuyéndoles un origen centroeuropeo. El santo aparece con una decussata frente a él y sujetada con sus manos. Siento no disponer de foto.
No lejos de allí, en el pueblo palentino de Santoyo, tenemos otro ejemplo temprano de San Andrés con la cruz en aspa en la Iglesia parroquial de San Juan Bautista y del que pongo una foto. Se trata también de una vidriera, esta vez claramente datada, ya que lleva escrita la fecha de su realización, el año 1527. También es esta ocasión, San Andrés aparece tras la cruz en aspa, sujetándola.
De pocos años después, o quizás coetáneas, son dos representaciones del martirio de San Andrés, quizá poco conocidas, de arte popular, ubicadas en dos pequeños pueblos del norte peninsular.
La primera de ellas ha aparecido hace pocos años, en el transcurso de las obras de restauración de la primitiva iglesia de San Andrés de Biañez (Carranza-Bizkaia). Se trata de una pintura mural que se descubrió al desmontar el retablo de madera que la tapaba y que a su vez simulaba otro retablo. En el centro del mismo está representado San Andrés en su martirio sobre una cruz en aspa. La pintura mural ha sido datada en el segundo cuarto del S.XVI y atribuida a la mano de algún artesano local.
La segunda se encuentra en el pueblo burgalés de Presencio, embutido en la pared exterior de la cabecera de la Iglesia parroquial de San Andrés. Se trata de un bajorrelieve en piedra. Los expertos que he podido consultar lo situan en fechas similares a las del ejemplo anterior, principios del S.XVI, y atribuido igualmente a la labor de la artesanía local.
Quizás resulte chocante que dos talleres locales, de escasa entidad como estos, adopten esta iconografía tan precozmente, teniendo en cuenta que talleres hispanos más importantes, todavía a finales del S.XV, siguen representando a San Andrés con la cruz latina, como en el caso del retablo de la capilla de San Bartolomé del claustro de San Pedro el Viejo de Huesca, atribuido al taller de Juan de la Abadia, fechado en 1480, y que se puede ver en el Museo Diocesano de Huesca.
No obstante, tal vez no sea tan extraña esta temprana presencia de la decussata en la iconografía de San Andrés en Carranza y Presencio. Debemos tener en cuenta la influencia que hubo de tener para los artistas locales la presencia de la corte, con grandes influencias borgoñonas en aquellos años de fines del XV y principios del XVI, en las inmediaciones de ambos pueblos.
Y es que, por un lado, la presencia de la monarquía embarcando en el puerto de Laredo es relativamente frecuente en estos siglos. En Laredo embarca, en 1496, Dª Juana, hija de la reina Isabel la Católica que hasta allí la acompaña, rumbo a Flandes, para celebrar su boda con Felipe el Hermoso. Así nos lo cuenta un anónimo historiador del XIX, refiriéndose a Dª Juana: “D. Fernando y Doña Isabel no quisieron tampoco prolongar su casamiento, asi es que contando apenas quince años, esto es, en 1494, ajustaron las deseadas bodas con D. Felipe, archiduque de Austria, duque de Flandes, de Artois y del Tirol, é hijo del emperador de Alemania, Maximiliano I. Ajustadas que fueron, al instante se dió principio á los preparativos de marcha con el boato y solemnidad dignos de la hija de tan poderosos señores. Una armada de ciento veinte navíos de alto bordo se aprestó en el puerto de Laredo, embarcándose en ella quince mil hombres de guerra no incluyendo la tripulacion. A Don Alonso Enriquez, gran almirante de Castilla, estaba encomendado el mando de esta flota: iba de capellan mayor D. Diego de Villaescusa, dean de Jaen; y la encargada por el rey de servir y hallarse á las inmediatas órdenes de la infanta, era Doña Teresa de Velasco, esposa del admirante que dirigia aquella espedicion. La cámara y todos los destinos pertencientes á su persona, se servian por damas y caballeros de la primera nobleza de España; asi lo dice en las listas que de ellos forma D. Lorenzo de Padilla. Inútil es hacer mencion de las ropas y alhajas que habian de adornar á tan augusta princesa: se puede decir para abreviar que se habian dispuesto con elegancia y profusion.

Terminados los preparativos, se dirigió toda la real familia por Almazan al puerto de Laredo, para despedir á tan escelsa infanta, escepto el rey D. Fernando que por hallarse celebrando de Córtes en Aragon, no pudo verificarlo, muy á pesar suyo. El malogrado príncipe D. Juan, hermano de Doña Juana, y su augusta madre la acompañaron hasta la entrada del navío, donde anegados en un mar de lágrimas, se dieron mútuamente el mas tierno y afectuoso á Dios. A Dios, que resonó por todos los ángulos de la embarcacion, en señal de reconocimiento á las reales personas que quedaban en tierra. El dia 19 de agosto de 1496 se hicieron á la vela con direccion á los Estados flamencos.”


Vuelve a embarcar, en el mismo puerto, Dª Juana, en el año 1504, según se nos cuenta en la citada biografía: “El dia 15 de marzo de 1504, se dirigió Doña Juana acompañada de sus padres para el punto donde se iba á embarcar (Laredo), pero todo parecia venirle en contra, todo parecia revelarse á su voluntad. Un recio y continuo temporal impidió poder darse á la vela. Esto hacia crecer los tormentos de la princesa, y revestirla mucho mas de indignacion, porque todo parecia combinarse para evitar la reunion con su esposo. Dos meses tuvo que residir en Laredo, que fueron los que duró la tempestad; dos meses que fueron dos siglos, si se atiende la disposicion en que se hallaba esta señora, y que agravaron muchísimo sus constantes padecimientos. A mediados de abril logró hacerse á la vela, llegando en nueve dias felizmente á Vergas, distante tres leguas y media de Brujas.”
En Laredo desembarca en 1556 Carlos I para tomar el camino a su retiro en el Monasterio de Yuste. Así, el 6 de octubre de ese año duerme en Ampuero y el 7 en Lanestosa. También Bárbara Blomberg, amante de Carlos I y madre de D. Juan de Austria, desembarcó en Laredo a su venida a España en el año 1577, viviendo en Colindres algunos años. En la actualidad sus restos reposan en la localidad cántabra de Escalante, en el Monasterio de Montehano, donde ella misma mandó ser enterrada.
No sería, por tanto, nada extraño, que el artita que dibujó el retablo de San Andrés de Biañez tuviera la oportunidad de ver alguna de las miniaturas donde, siguiendo las últimas modas borgoñonas, se representara el martirio del santo con la cruz en aspa y lo copiara, teniendo en cuenta la proximidad de Carranza con los pueblos arriba mencionados.
De la misma forma, no fue nada extravagante la presencia cortesana en las inmediaciones de Presencio. Así, sabemos que por Santa María del Campo, a escasos 10 kilometros de Presencio, y seguramente por el mismo pueblo, pasó Felipe el Hermoso, acompañado de su mujer Dª Juana, durante su primer viaje a España.
En Arcos de la Llana, a unos 15 kilómetros de Presencio, permaneció la reina Juana I de Castilla, con el cadaver de su esposo, al parecer más de año y medio.
Desde Santa María del Campo le escribe su padre, el rey Fernando, conminándola a trasladarse a Tordesillas. Y en este mismo pueblo permanecerá ella misma algún tiempo, obligando al Cardenal Cisneros a trasladar su investidura al cercano pueblo de Mahamud.
Así nos describe el anónimo biógrafo de la reina, antes citado, estos acontecimientos: “Doña Juana habia llegado al último grado de locura, estaba enteramente loca; mas sin embargo era la reina propietaria de España y su nombre y consentimiento eran necesarios para dar algun carácter á los actos del gobierno. Esta consideracion movió al rey Católico á entrar en algunas consultas con su hija para el mejor arreglo de los negocios y volver otra vez á gobernar los dominios de España. Doña Juana, por su parte, admitió sin réplica alguna cuanto le propuso su padre, poniendo solamente una condicion, que la habian de dejar permanecer en la villa de Arcos, «en completa libertad, sin tener que intervenir en otro negocio, que pasar los dias que la restaban de esta vida, al lado del cuerpo de su esposo.» Mucho trabajaron por hacerla variar de este pensamiento, pero siendo todo inútil se le concedió el permiso, mandando prepararle una casa en Arcos, digna de la persona que la iba á habitar.
Mas de año y medio residió Doña Juana en la villa de Arcos sin que se hubiese mejorado en nada su locura. Era de ver, segun afirman algunos, las animadas conversaciones que esta infeliz señora, tenia con el cadáver de su esposo; conversaciones que aumentaban mas su delirio, y que en lugar de aliviarla, la agravaban. «Por qué no me respondeis, Felipe? le decia: callais!... todavia me sereis infiel!...» Estas palabras proferia á su marido, y otras que causaria lástima escucharlas.
Desde Santa María del Campo le escribió D. Fernando á su hija advirtiéndole de la necesidad que tenia de marcharse á Tordesillas y haciéndola saber era poblacion mas salubre que la villa de Arcos, y que por consecuencia habia determinado, se pusiese en camino para este punto. Doña Juana, se encontraba perfectamente, segun la contestaba, en Arcos. De manera que viendo el rey Católico que su hija no accedia á sus súplicas tomó la determinacion, de ir en busca de ella para ver si con su presencia lograba lo acompañase hasta Tordesillas. Asi lo hizo D. Fernando habiendo podido con el influjo que ejercia sobre su hija hacer se marchase á dicho punto, pero viajando con el mismo aparato que en las otras espediciones. Sea el haber mudado de temperamento, sea que el viaje no fue de su agrado, lo cierto es que la reina Doña Juana estaba mas furiosa cada vez, y tomó mas incremento su ya incurable enfermedad.”

No tiene pues nada de extraño que los artistas locales tuvieran conocimiento de las últimas tendencias artísticas borgoñonas, ya que Presencio está en el camino de Arcos a Santa María del Campo, eje principal, al parecer, de las comunicaciones, en aquellos tiempos, entre Burgos y Valladolid.