domingo, 29 de abril de 2007

Perros al toro, una tradición ancestral (II)

Viene de "Perros al toro, una tradición ancestral (I)"



Los Villanos de Encartaciones



Hasta mediados del siglo XX, se conservó, en la zona encartada occidental, una raza de perro conocida por los lugareños como "Chatos" o "Perros de Presa". Se trataba de un animal grande, de más de 40 o 50 Kg., barreado o atigrado, morro extremadamente corto, arremangado, de tal manera que el labio inferior no le cabía en la boca, plegándose de forma tal que, en relajación, dejaba escapar por la comisura de los labios abundante secreción salibal. Esta característica, debe tener en zoología algún término apropiado para expresarla, pero yo lo desconozco. Era un perro contundente, de mordida fuerte e instinto inmejorable para la tarea que le era encomendada, pero tenía un grave defecto, seguramente fruto de las innumerables selecciones hechas desde antaño: era demasiado chato. Esta característica le restaba capacidad respiratoria, por lo que no era capaz de carreras superiores a los 50 o 60 metros persiguiendo su presa. Era costumbre, mantenida hasta la actualidad, el cortarle las orejas cuando no contaban más de uno o dos meses de vida. De esta forma, las orejas les quedan levantadas y adquieren una forma peculiar.
Dada la escasa capacidad en carrera de aquellos Chatos, la captura del ganado debía realizarse con dos razas de perros complementarias. En un primer lance, los conocidos como villanos, perros sin características definidas, de ahí su nombre, aunque con un instinto básico, el de atacar al ganado mordiendo en la parte baja de las patas traseras, conducían la res en la dirección que fuera menester para acercarla a los chatos. Una vez que el ganado llegaba al lugar de encuentro previsto con anterioridad, entraban en acción los chatos, los cuales debían atrapar el ganado mordiendo en la oreja de la vaca o toro, donde permanecerían colgados, hasta que éste, cansado y derrotado, se rendía y tumbaba. El encuentro debía ser, como ya he comentado, en trecho corto, pues de otra forma el chato se agotaba y no era capaz de enganchar la oreja del animal perseguido. Pero una vez trabada la oreja, el perro no la soltará fácilmente. Incluso al amo le costará trabajo convencer al can, debiendo en ocasiones recurrir a la asfixia del perro para conseguir que, abriendo la boca, suelte su presa.
Parece ser que ya en la tardo antiguedad se empleaba similar sistema de caza, al menos en el vecino pais de los franceses, como nos informa Michel Rouche:
"Aquella guerra entre el hombre y el animal tenía la ventaja de procurar no sólo el placer de matar, sino también la intimidad con el animal doméstico cuyo instinto había de ser dirigido por el hombre. Para la caza a caballo, los galo-romanos utilizaban perros de dos tipos, los de Umbría y los molosos, tal vez el equivalente de los perros corrientes y de los dogos que agarraban a la bestia por el cuello. Los burgundios empleaban el perro de jauría, un animal rápido, el segusiavo, un perro muy apto para la persecución, y el petrúnculo, quizás otra especie de dogo."
Lamentablemente, el autor no menciona la fuente que le permite hacer estos comentarios y yo la desconozco, por lo que no puedo saber si estas prácticas también se empleaban con el ganado bovino salvaje, o en otras zonas, en esta época.
En el territorio peninsular, también tenemos testimonios antiguos de esta práctica cinegética en sendos fragmentos de los vasos de Liria y Alloza, donde aparecen perros utilizados para la caza de jabalí y ciervo respectivamente, y aunque aparecen en ellos actividades humanas con vacunos, ninguna de ellas se podría asimilar con la práctica que nos ocupa.
Tampoco conozco nada de la utilización de estas artes en la captura de vacunos bravos en la península ibérica durante los primeros siglos de su conquista por Roma, ya que ninguna de las referencias a animales objeto de acitividades cinegéticas que he podido enconrtrar hacen mención alguna del ganado bovino. Se mencionan conejos, ciervos, jabalíes, cabras y caballos, incluso se mencionan razas de perros ibéricos empleados en la caza, pero ni palabra de vacunos. Deberemos esperar hasta el S.II para acceder a la primera prueba de la existencia en la península de estas prácticas con bóvidos salvajes, como veremos más adelante.
En la actualidad, esta práctica, tal y como he narrado, se ha visto modificada, ya que a mediados del siglo XX, los Chatos o Alanos comenzaron a cruzarse con los Villanos, buscando un perro de presa que a su vez tuviera carrera de persecución, de tal forma, que no fueran necesarias dos razas de perro en la tarea. De estos cruces nacieron los actuales Villanos de las Encartaciones, excelentes perros de presa y con capacidad respiratortia suficiente para perseguir y trabar con éxito las orejas del toro o vaca deseado . Es curisísimo constatar como se ha seleccionado el instinto en estos animales, dóciles, mansos y obedientes con el hombre, pero, a la vez, con una clarísima tendencia natural para el ataque a las orejas de los vacunos.
En estos momentos, la tradición tiene menos utilidad que antaño, pues el ganado monchino, muy amansado hoy en día, no precisa tanto de estas prácticas de agarre, y este tipo de captura sólo suele emplearse con el objeto de sacar del bosque los terneros pequeños para marcarlos, pues dada su escasa estatura, se esconden bien entre la maleza de los cada vez más abundantes bosques.
Sobre el estado de la cuestión a finales de los 60, tenemos el testimonio del torero Balmasedano conocido como Platillerito, quien nos comenta:
"....los toros monchinos, que tanto abundaban en aquellos tiempos (Edad Media), y se criaban en estado salvaje en la Sierra de Ordunte, en los montes de Carranza, Arcentales, Villaverde, Guriezo, Sopuerta, Galdames y en las cumbres que rodean a Valmaseda, las sierras de Colisa y Arbaliza; aquellos toros bravos, de los que todavía quedan algunos, aunque escasos ejemplares, se cogían por los monteros, por un procedimiento parecido al rodeo del oeste americano, con lazos, después de sujetarlos por las nalgas y orejas, y perros de presa amaestrados para estos menesteres. Todavía se cogen empleando este sistema los toros monchinos destinados al matadero de los pueblos de Villaverde, Arcentales y Carranza.
En la actualidad, esta clase de ganado no se puede lidiar en plazas de toros, por no estar encuadrados los ganaderos en el sindicato de criaderos de reses de lidia, ni poseer hierro ni divisa sus propietarios
..."
De la misma forma que podemos intuir la presencia de la raza monchina en la comarca desde épocas antiquísimas, lo mismo podríamos decir de la comentada costumbre de la captura del ganado con la presa de los perros en las orejas de las reses. Quizás deberíamos pensar en una de las más antiguas formas de domesticación de vacunos. No obstante, y aunque no podamos demostrar tanta vetustez, veremos que la antiguedad de esta costumbre queda constatada por diversos testimonios tanto gráficos como escritos que comentaremos más adelante.
Sobre esta tradicional forma de atrapar el ganado bravo en la montañas de Las Encartaciones, Jesús Mª Palacio recoge, en su libro sobre la tradición taurina en Trucios, las impresiones al respecto de Adolfo Roldán, redactor del desaparecido diario "La Gaceta del Norte", y que yo reproduzco aquí por la aguda interpretación que, en mi opinión, hace con sus palabras de la tradicional "pesca del toro":
"El aullido ronco de un villano señala el principio de la fiesta, fiesta más brava que el rejoneo, más espectacular que el toreo a pie, y mucho más primitiva que el encierro. Una fiesta excitante, cálida, sangrienta a veces, que dura horas o minutos, según la suerte y sagacidad de caballistas y monteros. Una fiesta brava por esencia, enmarcada en un paisaje agreste de caminos ásperos, como cortezas de coníferas y arroyos transparentes como el oxígeno de la montaña. Una fiesta, en fin, sólo para iniciados, donde los olés suenan a euskera y los aplausos a zortziko. Una fiesta vedada a los turistas, a las mantillas y al toreo oficial. Es la captura del toro bravo."
Emotiva descripción, aunque un poco exagerada en cuanto a las referencias euskaldunes, dadas las peculiares formas de cultura lingüística, particularmente castellanas, de esta región vizcaína. Para los interesados, la actividad ha quedado recogida en uno de los videos de la serie documental "Un pais en la mochila" del célebre Labordeta. Tambien se recoge en sendos documentales de la EITB y de TVE 2 que se pueden conseguir en el pueblo de Trucios.
Esta forma de recogida del ganado bravo, no ha sido exclusiva de esta comarca a lo largo de la historia, y como veremos, hay diversos testimonios de la misma en otras zonas de la geografía peninsular, así como en otros paises, quedando bien patente este hecho en el nombre dado a la raza de perros conocida como bulldog en Inglaterra, aunque parece que allí tuvo un carácter menos práctico, ya que la actividad se reducía al mero espectáculo de la lucha de los perros contra el toro. En la Península Ibérica, esta actividad ha estado ligada a una raza de perro conocida como Alano y ha sido también frecuente en los cosos taurinos hasta épocas recientes. Es interesante, respecto a este tema, lo que nos dice Araceli Guillaume, hablando de la fiesta en el S. XVI:
"Los perros, que muchas veces partícipaban en los espectáculos taurinos no eran cosa nueva. Su utilización tiene un origen venatorio y hace de los espectáculos taurinos una espeúe de "montería en cosso" como los denomina Argote de Molina.
Sin embargo, su actuación parece haber constituído en muchas ocasiones un capítulo cómico-grotesco del espectáculo. En otras, tuvieron una utilidad directa para servir de acicate a toros mansos o para, al contrario, controlar a uno particularmente bravo, pero el efecto producido por lo general era irresistiblemente cómico, al menos para los observadores extranjeros:"Cuando los toros más vigorosos han cansado a todo el mundo, el rey ordena que salgan seis grandes mastines que la Villa cría y amaestra con ese propósito[...] atacan al toro colgándosele de las orejas o cogiéndolo por el cuello. Es a mi parecer lo mejor de la fiesta[..] lo que siempre gusta'. CAREL de SAINTE-GARDE, Mémoires curieux..., p. 34-35.
"
En la actualidad, algunos criadores de perros aseguran haber recuperado, a partir de ejemplares recogidos en esta comarca vizcaina de Las Encartaciones, la antigua raza de perros hoy conocida como "Alano español". Personalmente, pongo en duda tal posibilidad, ya que creo que las referencias que se hacen de tal animal en los textos,crónicas e imagenes, no se refieren a raza concreta, sino que hacen alusión al oficio al que se dedican determinados perros, especialmente cualificados para la presa y el agarre, pero sin características raciales definidas. De otro lado, el parecido de estos actuales alanos con los antiguos chatos encartados es pura quimera. Lo que si parece indudable es que aquellos chatos fueron el último testimonio de perros de presa autóctonos que ha perdurado en la península, y los actuales Villanos de Las Encartaciones, sus descendientes más directos en lo referente a su instinto como perros de presa.


Dedicaré la tercera parte de este artículo a los testimonios históricos sobre esta práctica, y a la bibliografía.

No hay comentarios: