La romanización de La Carballeda
Los mecanismos de romanización
Mientras que más de la mitad de la península lleva casi dos siglos bajo la dominación romana, y los pueblos vecinos del sur ,tras las guerras celtíbero-lusitanas, unos cien años sometidos al yugo de Roma, nuestra región comienza ahora su contacto con el Imperio.
Durante el periodo republicano el principal medio de romanización fue la colonización. Numerosos contingentes de Itálicos van a establecerse en la península, unas veces son licenciados de las legiones, otras hombres de negocios, y otras simples colonos agricultores o mineros.
Sin embargo, en todo el norte y noroeste peninsular va a ser muy escasa la creación de colonias y municipios. Las vías de romanización van a ser aquí muy distintas, centrándose sobretodo en la influencia del ejército y las explotaciones mineras.
No obstante, una de las pocas colonias de veteranos del norte peninsular no va quedar muy lejos de nuestro territorio. Se trata de Asturica Augusta (Astorga), fundación de Augusto, tras las Guerras Cántabras, sobre un antiguo campamento del ejército, y donde se asentarán muchos de los veteranos de las susodichas guerras tras su licenciamiento.
Dado el carácter poco evolucionado de estos pueblos, que hasta ahora han vivido casi aislados de influencias culturales mediterraneas, la política del Imperio se va a limitar a conseguir su pacificación y la explotación de sus recursos mineros. La consecución de estos objetivos no va a precisar la disolución de las estructuras sociales indígenas. La mayor parte de la población va a continuar con su forma de vida tradicional, e incluso las clases más poderosas, siempre más abiertas a los influjos romanizadores, siguen manteniendo su particularidad cultural, aunque imitando los modos romanos.
En estas tierras no se produce la fusión cultural que aconteció en el resto peninsular. Aquí van a coexistir durante siglos las dos culturas, siendo en muchos casos mayores las divergencias que los puntos de contacto.
No obstante, algunas zonas fueron más permeables que otras a la fusión étnica y cultural. Los centros administrativos (Astorga) , mineros, nudos de comunicaciones (mansio), y los asentamientos militares, van a ser centros de influencia romanizadora muy importantes, así como el servicio en el ejercito de contingentes de indígenas.
Seguramente la latinización de estos pueblos deberá esperar a la llegada del cristianismo, verdadero motor de la romanización intensiva del noroeste. Los galaicos, astures, cántabros y vascones son las únicas etnias que conservan su denominación en los albores de la Edad Media.
Durante el periodo republicano el principal medio de romanización fue la colonización. Numerosos contingentes de Itálicos van a establecerse en la península, unas veces son licenciados de las legiones, otras hombres de negocios, y otras simples colonos agricultores o mineros.
Sin embargo, en todo el norte y noroeste peninsular va a ser muy escasa la creación de colonias y municipios. Las vías de romanización van a ser aquí muy distintas, centrándose sobretodo en la influencia del ejército y las explotaciones mineras.
No obstante, una de las pocas colonias de veteranos del norte peninsular no va quedar muy lejos de nuestro territorio. Se trata de Asturica Augusta (Astorga), fundación de Augusto, tras las Guerras Cántabras, sobre un antiguo campamento del ejército, y donde se asentarán muchos de los veteranos de las susodichas guerras tras su licenciamiento.
Dado el carácter poco evolucionado de estos pueblos, que hasta ahora han vivido casi aislados de influencias culturales mediterraneas, la política del Imperio se va a limitar a conseguir su pacificación y la explotación de sus recursos mineros. La consecución de estos objetivos no va a precisar la disolución de las estructuras sociales indígenas. La mayor parte de la población va a continuar con su forma de vida tradicional, e incluso las clases más poderosas, siempre más abiertas a los influjos romanizadores, siguen manteniendo su particularidad cultural, aunque imitando los modos romanos.
En estas tierras no se produce la fusión cultural que aconteció en el resto peninsular. Aquí van a coexistir durante siglos las dos culturas, siendo en muchos casos mayores las divergencias que los puntos de contacto.
No obstante, algunas zonas fueron más permeables que otras a la fusión étnica y cultural. Los centros administrativos (Astorga) , mineros, nudos de comunicaciones (mansio), y los asentamientos militares, van a ser centros de influencia romanizadora muy importantes, así como el servicio en el ejercito de contingentes de indígenas.
Seguramente la latinización de estos pueblos deberá esperar a la llegada del cristianismo, verdadero motor de la romanización intensiva del noroeste. Los galaicos, astures, cántabros y vascones son las únicas etnias que conservan su denominación en los albores de la Edad Media.
La participación hispana en las legiones romanas
En un principio las legiones romanas están compuestas exclusivamente por elementos nativos de Roma. La propia ciudadanía conlleva la obligación de servir en las legiones y se nutren básicamente entre la clase media ciudadana, pues están excluidos del servicio militar los proletarii (ciudadanos romanos que no están censados). A partir del año 125 a.c. el acceso al censo se dulcifica, por lo que entran a formar parte de las legiones individuos que antes eran rechazados. Paulatinamente y a medida que crece la dominación romana el ejercito se va proletarizando. De esta forma, en el S. I a.c. las legiones están formadas por los elementos más pobres de la sociedad romana que se enrolan en el ejército en busca de una paga, posibles botines y con la esperanza de conseguir tras la licencia un buen lote de tierras. Con el paso del tiempo, la ciudadanía romana se va extendiendo, con lo que entran a formar parte de las legiones muchos ciudadanos no latinos.
No obstante, el ejército romano no sólo se componía de legiones. Éstas se complementaban con unidades especiales de auxilia llamadas cohortes si eran de infantería y alae en el caso de que fueran de caballería. En estas tropas auxiliares sirvieron en un principio contingentes de pueblos que Roma fue conquistando en la Península Itálica, los socii. A partir del año 89 a.c. estos pueblos consiguen la ciudadanía romana con lo que tienen vía libre para entrar en las legiones. Desde esta fecha serán la base humana fundamental de las mismas. Las tropas auxiliares se reclutarán, a partir de ahora, en las provincias, entre la población indígena, y serán una de las bases fundamentales de la romanización.
Por lo que se refiere a la Península Ibérica, en un primer momento estas tropas auxiliares son reclutadas en las zonas más romanizadas, las que podríamos considerar como Iberas, o no célticas. Posteriormente, estos pueblos más romanizados comienzan a adquirir la ciudadanía romana y sus contingentes son utilizados para engrosar las legiones. Será a partir de los tiempos de Augusto cuando los pueblos de origen celta comiencen a formar parte de las tropas auxiliares regulares del ejército romano.
Hasta entonces la colaboración de algunos pueblos célticos con Roma se había producido de forma esporádica y en momentos puntuales, según las necesidades de cada situación. Estas tropas cesaban su relación con los ejércitos romanos una vez concluida la situación de conflicto que requería de su ayuda, conservando su armamento particular y peleando como sabían, sin ningún adiestramiento táctico romano. A partir de Augusto esta situación cambia y las tropas auxiliares de pueblos celtas entran a formar parte del ejercito regular romano como cohortes de auxilia, alae o tropas mixtas, que ahora pelearan con el armamento y las tácticas romanas. Este hecho tiene mucha transcendencia en el proceso romanizador, pues va suponer un importante medio de escape para los excedentes de población que se producen en las zonas más pobres. Muchos de estos soldados volverán a sus lugares de origen latinizados, más o menos enriquecidos, pero con un alto prestigio personal ante sus paisanos.
El reclutamiento de las tropas auxiliares se hace atendiendo a la organización gentilicia de estos pueblos, como lo indica el nombre de muchas de ellas, lo cual no debe entenderse como un mantenimiento de sus estructuras dentro del ejército romano, sino más bien, como un mecanismo de alistamiento por el que estas tribus se vinculan al Emperador mediante un juramento de fidelidad en función de la institución de la clientela.
Se atestiguan 15 unidades de Astures, que si bien en un principio sirvieron en lugares próximos a su lugar de origen, pronto fueron enviadas lejos de su tierra.
Esta aportación militar hispana va atener su mayor auge en tiempos de los Flavios, a partir de la reforma de Vespasiano. Numerosos contingentes de hispanos van a formar parte de las legiones, y una gran mayoría va a proceder del norte peninsular, la zona más pobre. No siempre se respetó el precepto legal de ser ciudadano romano para servir en las legiones y a partir de Vespasiano se van a confundir en Hispania la ciudadanía romana con la latina. Ésta debió ser una de las razones más poderosas de Vespasiano para extender el derecho de latinidad a toda la península: la posibilidad de reclutar legionarios entre los hispanos menos romanizados de la península.
Pero la principal aportación de estos pueblos al ejercito romano se hará a través de las unidades auxiliares, que a partir de Vespasiano van a ser fundamentalmente cohortes. No obstante, se seguirán manteniendo unidades de caballería. En Hispania permanecerán dos alae, una de ellas, precisamente creada en estos tiempos, tendrá su asentamiento muy cerca de La Carballeda, en el Valle de Vidriales. Se trata del Alae II Flavia Hispanorum Civium Romanorum. Para el alistamiento en las unidades auxiliares no se exigía la ciudadanía, sin embargo y sobretodo a partir de Vespasiano, se constata la presencia, principalmente en las alae, de muchos hispanos ya ciudadanos antes de su alistamiento. En todo caso y tras 25 años de servicio todos eran licenciados como ciudadanos de pleno derecho.
No obstante, el ejército romano no sólo se componía de legiones. Éstas se complementaban con unidades especiales de auxilia llamadas cohortes si eran de infantería y alae en el caso de que fueran de caballería. En estas tropas auxiliares sirvieron en un principio contingentes de pueblos que Roma fue conquistando en la Península Itálica, los socii. A partir del año 89 a.c. estos pueblos consiguen la ciudadanía romana con lo que tienen vía libre para entrar en las legiones. Desde esta fecha serán la base humana fundamental de las mismas. Las tropas auxiliares se reclutarán, a partir de ahora, en las provincias, entre la población indígena, y serán una de las bases fundamentales de la romanización.
Por lo que se refiere a la Península Ibérica, en un primer momento estas tropas auxiliares son reclutadas en las zonas más romanizadas, las que podríamos considerar como Iberas, o no célticas. Posteriormente, estos pueblos más romanizados comienzan a adquirir la ciudadanía romana y sus contingentes son utilizados para engrosar las legiones. Será a partir de los tiempos de Augusto cuando los pueblos de origen celta comiencen a formar parte de las tropas auxiliares regulares del ejército romano.
Hasta entonces la colaboración de algunos pueblos célticos con Roma se había producido de forma esporádica y en momentos puntuales, según las necesidades de cada situación. Estas tropas cesaban su relación con los ejércitos romanos una vez concluida la situación de conflicto que requería de su ayuda, conservando su armamento particular y peleando como sabían, sin ningún adiestramiento táctico romano. A partir de Augusto esta situación cambia y las tropas auxiliares de pueblos celtas entran a formar parte del ejercito regular romano como cohortes de auxilia, alae o tropas mixtas, que ahora pelearan con el armamento y las tácticas romanas. Este hecho tiene mucha transcendencia en el proceso romanizador, pues va suponer un importante medio de escape para los excedentes de población que se producen en las zonas más pobres. Muchos de estos soldados volverán a sus lugares de origen latinizados, más o menos enriquecidos, pero con un alto prestigio personal ante sus paisanos.
El reclutamiento de las tropas auxiliares se hace atendiendo a la organización gentilicia de estos pueblos, como lo indica el nombre de muchas de ellas, lo cual no debe entenderse como un mantenimiento de sus estructuras dentro del ejército romano, sino más bien, como un mecanismo de alistamiento por el que estas tribus se vinculan al Emperador mediante un juramento de fidelidad en función de la institución de la clientela.
Se atestiguan 15 unidades de Astures, que si bien en un principio sirvieron en lugares próximos a su lugar de origen, pronto fueron enviadas lejos de su tierra.
Esta aportación militar hispana va atener su mayor auge en tiempos de los Flavios, a partir de la reforma de Vespasiano. Numerosos contingentes de hispanos van a formar parte de las legiones, y una gran mayoría va a proceder del norte peninsular, la zona más pobre. No siempre se respetó el precepto legal de ser ciudadano romano para servir en las legiones y a partir de Vespasiano se van a confundir en Hispania la ciudadanía romana con la latina. Ésta debió ser una de las razones más poderosas de Vespasiano para extender el derecho de latinidad a toda la península: la posibilidad de reclutar legionarios entre los hispanos menos romanizados de la península.
Pero la principal aportación de estos pueblos al ejercito romano se hará a través de las unidades auxiliares, que a partir de Vespasiano van a ser fundamentalmente cohortes. No obstante, se seguirán manteniendo unidades de caballería. En Hispania permanecerán dos alae, una de ellas, precisamente creada en estos tiempos, tendrá su asentamiento muy cerca de La Carballeda, en el Valle de Vidriales. Se trata del Alae II Flavia Hispanorum Civium Romanorum. Para el alistamiento en las unidades auxiliares no se exigía la ciudadanía, sin embargo y sobretodo a partir de Vespasiano, se constata la presencia, principalmente en las alae, de muchos hispanos ya ciudadanos antes de su alistamiento. En todo caso y tras 25 años de servicio todos eran licenciados como ciudadanos de pleno derecho.
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