viernes, 22 de febrero de 2008

Los primeros tiempos del Monasterio de San Martín de Castañeda (Alta Edad Media en Sanabria y Carballeda)

En los primeros años de la segunda mitad del siglo noveno en al´Ándalus se produce una persecución contra los cristianos de Córdoba. Y precisamente en este tiempo se corre la voz por toda Andalucía de que en la tierra del Duero se precisan brazos para devolver a la vida el yermo. En el 876 Alfonso III ofrece a los colonizadores las tierras yermas que pongan en cultivo, y esta llamada también llega a los mozárabes. Es quizas por estas fechas cuando llegan los monjes cordobeses a fundar o restaurar el monasterio de San Pedro de Mazote.
Las huestes musulmanas del reino de Córdoba tratan de frenar estos avances y hacen retroceder la frontera leonesa en repetidas ocasiones. En una de sus incursiones se dirigen a la capital del reino, a León. Pero Alfonso dejando la ciudad guarnecida, así como Astorga, se dirige a su encuentro y los derrota en la famosa batalla de la Polvoraria(Santa Cristina de la Polvorosa), a pocos kiómetros al oeste de Benavente. Es el año de 878 y la zona de Sanabria y Carballeda lleva ya algunos años, quizás décadas, incorporada al reino de León.
Tras esta batalla, entre los años 879 y 882 se produce una tregua de tres años, aprovechada para la repoblación.
En la diócesis de Astorga se produce la consagración como obispo de Ranulfo, sucesor de Indisclo, en el año 880. Es con ocasión de este hecho que se produce un complot contra Alfonso en el que están implicados sus hermanos. El rey los castiga arrancándoles los ojos y los confina a la ciudad de Oviedo.
Uno de los hermanos, Vermudo Ordóñez, huye con sus partidarios y con la ayuda de las huestes árabes toma la ciudad de Astorga y su condado. La comarca de Sanabria está incluida en este condado, que abarca desde los montes de León hasta el Duero, y linda por el Oeste con el condado de Portugal y por el Este con León. Esta rebelión se mantiene durante siete años, según la crónica de Sampiro, es decir desde el 891 o 892 hasta el 899, según el profesor Quintana.
En el año 916, según la tesis de Gómez Moreno, 897(en el tiempo de Vermudo Ordóñez el ciego)según Fernández de Prada, un "Martinus abba cordovensis" (según la inscripción que figura en el hastial de la iglesia de San Martín) fundador del monasterio de Mazote(Valladolid), huyendo de la sequía, hambre y epidemia del ¿915? se retiró con sus fraters a Sanabria, atraidos quizás con el aliciente de las pesquerías del Lago.
El primer documento que figura en el Tumbo de San Martín Castañeda que trata sobre Sanabria es del año 927, siendo abad de San Martín Juan, y hace referencia a un pleito entre el monasterio y un tal "Ranosindo"(hijo de Eldosindo) "et suos gasalianes" de Galende sobre una pesquería y sus tierras sitas en Galende.El pleito se ventiló en San Pedro de Spino, en donde existía un monasterio o iglesia, y que acaso haya que identificar con los actuales Valdespino y Sampil, antes Sant Pir( un lugar reconocido por la comunidad como propio, pero, a la vez, un espacio eclesial). El pleito fue ganado por el monasterio, que recibirá sus posesiones por medio de un ¿sayón?, llamado Anagildo, y unos ¿fiadores? puestos por Evorico.
Dichas propiedades habían sido vendidas al monasterio en el 916 por Domnino, quien separa esta propiedad de otra entidad mayor, y su padre Avolo, que treinta años antes(Fernández de Prada interpreta de otro modo estos treinta años, y de aquí obtiene la fecha de 897 como año de fundación del monasterio) había construido la pesquería del lago de Sanabria, y puesto en cultivo las tierras colindantes.
Martín Viso interpreta que el espacio sobre el que se asentaba esta propiedad era considerado como propio por una comunidad de valle o gentilicia. Llega a esta conclusión a partir del término gasalianes, que habitualmente se traduce por compañeros en el ámbito eclesial, pero que aquí no se refiere a tal esfera, sino que podría corresponder a personas que se encuentran en nivel de igualdad con el jefe. Dice que nunca lo ha encontrado referido a comunidades de aldea y supone que es utilizado por no existir una clara diferenciación interna dentro de esa comunidad y, por tanto, la jefatura tendría una facultad únicamente organizativa, que no implica una capacidad de decisión autónoma. La apropiación por parte de Avolo y Domnino de estas tierras no estaría ni en contra de los intereses de la comunidad, ni de la tradición legal vigente. Las comunidades gentilicias no impedían la apropiación por parte de sus miembros del espacio comunal; en cambio se oponían a que pasara a otras manos, fuera de la comunidad, poque suponía la perdida absoluta de control sobre ese espacio.
Fernández de Prada interpreta el término de gasalianes, en el sentido de que Ranosindo y sus compañeros son miembros de una comunidad monástica de las que se denominan familiares.
Otro dato de interés es que el valor de las tierras debe ser bastante alto, pues se trata de tierras cerealísticas(Domnino recibe, en concepto de indemnización por declarar en el juicio, la cuarta parte de la mies de esa tierra), y en una zona eminentemente ganadera, como debía ser ésta, dada su orografía, estos cultivos adquieren una gran importancia.
El 19 de Octubre de 940 Ramiro II reconoce la posesión de San Martín de Castañeda a los frailes con su abad Severo, con todas sus pertenencias hasta el Tera, y les dona la villa de Vigo(junto al coto del monasterio), les reconoce sus posesiones de viñas y tierras en Iorres, viñas en Rioseco, una serna en Villazaide y tierras en Choianca(Se trata de tierras en la región leonesa de La Cabrera y en Tierra de Campos). El documento lo confirman la reina, prelados y grandes del reino leonés. En esta fecha de 940 no aparecen servidores para la granja, ni se trasluce población en el lugar.
Fernández de Prada se pregunta sobre la razón que induce al rey a donar la villa de Vigo al Monasterio, así como sobre los derechos que él mismo tenía para hacerlo. De todas formas es un problema que no sólo se plantea aquí, y así podemos citar a Don Claudio Sánchez Albornoz quien refiriéndose a otros casos dice: "Con diferente acuidad, repito, en León y Castilla se nos suscita el problema de adivinar por qué los reyes y condes donaron a veces, a iglesias o cenobios, aldeas libres cuyos moradores eran, a lo que parece, propietarios, o por qué los limitaron en sus derechos; se nos suscita el problema de adivinar por qué pudieron disponer de tales aldeas, cuyos fundadores podemos sospechar que fueron presores e incluso que aprendieron colectivamente los términos en que ellas se alzaban". Para el caso de Vigo, seguramente no se trataba de un caso de pressura, pues por su propia etimología, de "vicus"(aldea), la población vendría del tiempo de la romanización, al igual que otros topónimos de la región. En este sentido, la tesis de Martín Viso explica las razones de la donación como un paso más del monarca por afianzar sus dominios en la zona, apoyandose en los poderes que en la comarca pueden transmitir las bases del poder feudal, ya que como veremos más adelante, la autoridad real en la zona no es muy fuerte.
Al final del otoño del año 952, Ordoño III, con toda la corte , es huesped de la Real Abadía de San Martín de Castañeda, es el 5 de Diciembre del año 952. No sabemos el motivo de la presencia real, pero le viene de perillas al abad Juan II para resolver de una vez por todas el problema de las pesquerías del Lago y presenta al rey su demanda judicial. Ordena el rey que se constituya una asamblea judicial para examinar el caso, la cual se convence del derecho que les asiste.
Un tal abad Romano acompañado por sus gasalianes(esta vez el sentido puede ser de compañeros de monacato) se apropia de la mitad de la pesquería y de las tierras, de forma subrepticia y con falsas palabras. El monasterio al que podrían pertenecer estos frailes se puede pensar que era el de San juan de Ribadelago. De todas formas, esta hipótesis no parece explicar suficientemente el poder de que gozan los usurpadores, ya que los monjes de San Martín de Castañeda deben acudir al rey para hacer valer sus derechos, ya reconocidos en el juicio de 927 por el propio rey. Según la opinión de Martín Viso el tal fratri Romano goza de algún tipo de autoridad que no es precisamente la regia. Ésta puede provenir del hecho de ser el jefe de una comunidad monástica cuyo orígen está en la propia sociedad sanabresa; de esa forma al estar inmerso en esa realidad, participaría de las estructuras sociales gentilicias, por lo que la jefatura recaería en un miembro de la aristocracia gentilicia. No parece pues que el monasterio de estos frailes fuera el de San Juan de Ribadelago, cuyo origen parece ser mozárabe, según la inscripción que posee. Fernández de Prada cree que tanto Romano como Ranosindo pertenecen al monasterio de Galende. Ordoño III ratifica la venta de los derechos de pesca en el lago junto con sus tierras hasta Galende al monasterio de San Martín de Castañeda, que ya no volverá a tener más litigios sobre los derechos en cuestión.
Han pasado 36 años desde el establecimiento del monasterio, y vemos como se va imponiendo el derecho de la sociedad feudal sobre el consuetudinario de la comunidad gentilicia. De esta forma se van consolidando los privilegios de una clase oligárquica ajena a la comunidad de valle y en definitiva el mismo poder del rey, que precisa de una sociedad feudalizada para poder ejercer su mandato. Es por esto mismo que el rey favorece las posesiones del monasterio.
En esta linea es interesante analizar el siguiente documento con la misma fecha que el anterior, en el que Ordoño III vuelve a donar la villa de Vigo al monasterio (ya donada por Ramiro II en 940).9 Al comparar los dos documentos vemos una curiosa diferencia y es que mientras el primero es confirmado por autoridades eclesiásticas y una serie de hombres de la corte, en el segundo, los que confirman son mayoritariamente personajes laicos. Estos hombres, según Martín Viso, serían los habitantes de la villa, y aparecen siempre con el genitivo onomástico y nunca como miembros de una familia nuclear. Seguramente son los jefes de las familias residentes en Vigo, las cuales se habían resistido a la primera donación, lo que demuestra la debilidad del poder real en la zona. Estos cabecillas parecen ser miembros de una sociedad donde aún serían importantes los lazos gentilicios. En este tipo de jefes es donde debió asentarse el poder que permitió a Romano su usurpación. Sin embargo, su existencia supone una paulatina ruptura de los lazos gentilicios más extensivos. El documento también lleva la firma de Sancho I el Craso, quien lo confirmaría en alguno de sus dos reinados, en lugar de escribir uno nuevo.
Este espacio sanabrés tan disputado aparece identificado como "territorio sanabriense" en algunos documentos de los siglos X y XI, en cambio, no hay constancia de que sobre este territorium exista una autoridad administrativa hasta el año 1033. Es importante la denominación, pues con ella se está designando un espacio que goza de una particularidad diferenciadora claramente observable por los escribas del monasterio, que tiene que ver más con una realidad social existente que con un ordenamiento político. En este sentido es significativo que en ninguno de los 3 documentos procedentes de la monarquía en este periodo se reconozca autoridad administrativa laica en la zona, síntoma de la no aceptación de las estructuras gentilicias por parte de la realeza, ya que éstas van en contra de la consolidación social y política del reino leonés.
Algún obstáculo debió existir para que el cenobio no ampliara sus posesiones alrededor de su espacio, por todo el valle de Sanabria, hasta mediado el siglo doce. Adquiere propiedades en la Cabrera y en Valdeorras, así como en Tierra de Campos, zonas alejadas del centro monástico, lo que prueba sus posibilidades. Sólo caben dos hipótesis: que el valle estuviera desierto, o que estuviera ocupado y vertebrado en torno a Puebla de Sanabria que actuaría como eje. Martín Viso se decanta por la segunda de las posibilidades y cree que existirían comunidades firmemente asentadas, disfrutando del espacio, con el respaldo del castro de Puebla de Sanabria y organizadas, probablemente, bajo estructuras gentilicias. Formaban villas, algunas de las cuales son atraidas por el monasterio, escasamente desarrolladas y que ocuparían de forma dispersa el valle. Si observamos éstas, vemos que se situan a media altura, entre el valle y la montaña, lo que les permitía el disfrute de ambos paisajes, esta característica es general en toda la comarca. Se aprecia además una escasa antropización, ya que los límites de las propiedades, cuando se dan, reflejan o elementos geográficos o, más tarde, términos de otras villas, lo que permite pensar que la explotación ganadera debió ser preponderante, aunque no única.

martes, 12 de febrero de 2008

Bandoleros vascos

El motivo del presente artículo es el de hacerme eco de la publicación de un libro que ahonda en un aspecto poco o nada conocido de la sociedad vasca del siglo XVIII y principios del XIX.
Se trata de “Bandoleros vascos”, obra de David Zapirain Karrika, publicado por Ttarttalo S.L. en Donostia, en el año 2006.
El estudio se centra principalmente en la provincia de Gipuzkoa, y aunque el bandolerismo nos pueda recordar a todos Sierra Morena y nombres míticos y famosos como el de Curro Jiménez, parece que el fenómeno tuvo también gran importancia en estas tierras de Guipuzcoa y sus limítrofes, como queda bien reflejado en el libro, aunque no se pueda considerar, en este caso, el tipo de “ladrón justiciero”, que roba al rico y reparte a los pobres.
En el trabajo se detallan muchos aspectos desconocidos de la vida cotidiana de la sociedad vasca de la época, como es el caso del sentido que se daba a la palabra gitano en aquellos tiempos: “Es de destacar también el uso que se da a la denominación de gitano, pues más que en tribus remotas llegadas de exóticos lugares, los encausados en estos procesos tienen sus raices en lugares cercanos y conocidos. Algunos son originarios de Nafarroa y Lapurdi, y también hay elementos desprendidos de familias conocidas y acreditadas. De este modo, el calificativo gitano, más que implicar un componente racial -o además de ello-, se convierte en una expresión de rechazo a un cierto tipo de personas cuya manera de vivir es asociada con el vagabundeo, la falta de sujección a las ordenes de un cabeza de familia y la carencia de un medio de vida ordenado y reglado, hasta el punto de que este comportamiento llega a denominarse “oficio de gitanería”.
También son curiosos algunos detalles sobre relaciones prematrimoniales y extramaritales, así como el peculiar caso de Miguel Larrazabal, que además de trabajar de ferrón en invierno, se dedicaba en primavera al sospechoso, y poco recomendable, oficio de torear reses bravas.
Nos da noticia de distintos grupos de bandoleros, como el de los hermanos Urkijo que, a principios del S. XVIII, iniciaron sus actividades en Bizkaia, concretamente en la zona de Bilbao, y que al parecer ocasionaron bastante desasosiego en la zona: “La actividad de este grupo en el camino de Kastrexana a Bilbao habría llegado hasta el extremo de reducir el abastecimiento de pan que entraba en la villa por Basurto, produciendo un aumento de precios.” O el caso de María Antonia Basarte y el grupo de bandoleros al que pertenece su amante, Tetratxo, suceso digno del mejor de los argumentos para una buena novela histórica o una no menos interesante pelicula de acción. También cita el caso de los guipuzcoanos Landradoi y Zibiaurre que, mediado el siglo XVIII, anduvieron trabajando por las minas de Trucios, regentadas por otros guipuzcoanos, y que, al parecer, comenzaron sus andanzas delictivas en el camino entre Laredo y Soba.
Nos habla también de Juan José Mendía, quien fue utilizado como confidente por la autoridad, aunque parece que actuaba como “agente doble”, y del espectacular caso del asalto a Hernani por parte de 26 individuos armados que, dirigidos por Guiñi y Kaderezar, verdaderos profesionales, se llevaron 144.000 reales de vellón que allí estaban en depósito, e incluso, como curiosidad, se recogen en el libro las descripciones físicas y de vestimenta de algunos de ellos, tomadas de las instrucciones judiciales: “Y su compañero era uno a quien llaman Manis, de algunos 26 años, cara espigada y seca y por no tener pelo cubría la cabeza con una montera de paño negro con vueltas de tripe y estaba vestido de chamarra de bayeta azul obscuro, calzones negros, abarcas con cordones blancos y pieles de cordellate”.
Es curioso el caso, también relatado en el libro, del parroco Juan Bengoa, que dirige sus protestas, ante los continuos casos de bandidaje, a la autoridad, y obtiene por respuesta el robo en su propia iglesia, así como otros muchos recogidos por el autor.
Hace Zapirain, por otra parte, un minucioso análisis de los expeditivos medios empleados por la autoridad para atajar este tipo de conductas, así como otras, menos peligrosas, tipificadas en delitos como: “no aplicado al trabajo, vago y mal entretenido”; así como del uso y abuso que de estas medidas llega a hacer el poder político, que incluso las utiliza con el fin de reclutar efectivos para el ejército que se encuentra combatiendo en Europa a mediados del S. XVIII.
Asimismo, se detiene en el estudio de las causas de este fenómeno, imbricado en el tipo de relaciones económicas y sociales marcadas por la institución del mayorazgo, que deja a una parte de la población como excedente de mano de obra, y cuyos momentos más álgidos vienen a coincidir con los de mayor crisis económica y social, a principios y finales del siglo XVIII.
Termina el libro con distintas versiones de canciones populares, recogidas por Aita Donostia, y que se refieren al caso del asalto al santuario de San Miguel de Aralar.
Es, en definita, para mi, un interesantísimo libro, de recomendable lectura.

viernes, 8 de febrero de 2008

La música barroca (II)

Formas y géneros musicales

Además de las nuevas teorías musicales promulgadas por el nuevo estilo, en esta época surgieron nuevas formas musicales que marcaron el desarrollo de la música posterior. En este artículo trataré de resumir y explicar estas innovaciones empezando por la ópera.

Ópera

El género de la ópera surgió en Florencia alrededor del año 1600. En la Edad Media encontramos varios antecedentes, como los autos o los madrigales cómicos. Aunque éstos tuvieron su influencia, el verdadero origen de la ópera se encuentra en los intermedios teatrales, que se realizaban en los entreactos de las obras. No tenían ninguna relación con la obra representada y por lo tanto utilizaban decorados y personajes propios. La mayoría incluían coros, arias y sobre todo madrigales. Los temas solían ser mitológicos, alegóricos o bucólicos.


El que este género se creara en Florencia se debe a que en dicha ciudad desarrolló sus actividades la “Camerata Florentina”. Ésta era una institución académica donde se reunían los nobles, humanistas, poetas y músicos de la época. El objetivo de los músicos que ejercían dentro de este grupo era rescatar las “características milagrosas” de la música antigua, en especial de la monodia griega. Con esta idea en mente, empezaron a inventarse melodías solas, acompañadas únicamente con un laúd o una cítara para marcar la armonía. De alguna forma éste es el comienzo del anteriormente mencionado principio concertante. Como dato curioso, mencionar que Vicenzo Galilei, padre del astrónomo Galileo Galilei, fue miembro de esta institución, ya que era un famoso músico.


Por lo tanto, la ópera en un comienzo no era más que una melodía acompañada, como un recitativo. Pero esta idea se desarrolló, y paso del “stile recitativo” al “stilo espressivo y rappresentativo”. Los artistas encargados de los intermedios teatrales se hicieron eco de estas teorías, llevándolas al terreno que a ellos les interesaba, y creando de esta manera la ópera. Como consecuencia de este cambio de contexto, lo que al principio no era más que un intento de crear una música con poderes sobrenaturales, pasó a crear una corriente que se aprovechaba de estos poderes para causar emociones en el público.


De esta forma, los compositores empiezan a utilizar la teoría del ethos rescatada por la institución florentina no solo en recitativos, sino también en arias, coros, duetos... enraizando así el nuevo género operístico. Hay que recordar que la tendencia operística será distinta según la región. En algunos lugares se sobrevalorará el texto, mientras en otros se le dará más importancia a la música. La unidad del estilo operístico no ocurrirá hasta el clasicismo.

martes, 5 de febrero de 2008

La toma de la fortaleza de Auricula (Colmenar de Oreja) por el Emperador Alfonso VII



En el año decimotercero del imperio del emperador Alfonso, el propio emperador, viendo que el Señor le había concedido descanso de todos sus enemigos por todas partes, tras tomar consejo con sus consejeros particulares, mando a dos jefes militares suyos, a saber, a Gutierrez Fernández y a su hermano Rodrigo Fernández, que era el más importante entre los alacaides de Toledo, que cada uno de ellos con su ejército y con todos los caballeros y peones que había en Toledo y en todas las ciudades que están en la Transierra y con todos los habitantes de Extremaduraentera asediasen el castillo llamado Oreja. Y se asedió en el mes de abril.
Después el emperador, reunido el ejército de toda Galicia, del territorio de León y de Castilla y grandes tropas de peones, marchó a Oreja y rodeó el castillo con grandes trabajos de fortificación. Pero en el interior de la fortificación del castilloestaba aquel caudillo arriba mencionado, llamado Alí, aquel asesino de los cristianos y de los caudillos que murieron en la Transierra, con una gran muchedumbre de peones, ballesteros y caballeros moabitas y agarenos. El castillo estaba muy fortificado y bien protegido con toda clase de armas y ballestas. Mas el emperador ordenó a sus especialistas construir máquinas y numerosos ingenios con los que asaltar el castillo, mandó poner guardias a lo largo de la orilla del río para matarlos de sed y mandó colocar un mantelete sobre un lugar en el que los musulmanes sacaban agua a escondidas.
El rey Azuel de Córdoba, Avenceta, rey de Sevilla, y Avengania, jefe del ejército de valencia, al oír esto, se entristecieron y se alteraron mucho y convocaron a los demás reyes, príncipes y caudillos, a todo el ejército y a todos los peones que había en todo el territorio de los agarenos y a una gran muchedumbre de las islas del mar. Y les llegó en su ayuda otro gran ejército de moavitas y árabes que les envió el rey Texufín de Marrakech y se unieron a ellos grandísimos tropeles de peones que se llaman “azecutos”, que seguían a las grandes caravanas de camellos cargados de harina y de toda clase de alimentos que pueden comerse. El número de caballeros era casi de treinta mil, y era incalculable el número de peones y ballesteros.
Levantando de Córdoba el campamento, vinieron por el camino real que conduce a Toledo, llegaron a los pozos de Algodor, allí se asentaron, pusieron numerosas emboscadas ocultas y con ellas a Avengania, rey de Valencia, junto con todo su ejército y les ordenaron y dijeron: “Si el emperador nos saliera al encuentro para pelear, vosotros subid al campamento por el lado contrario, matad de un tajo de espada a todos los guerreros, quemad el campamento y proteged el castillo con caballeros, peones, armas, toda clase de alimentos que pueden comerse y que entre nosotros están en nuestros camellos, y con agua. Después seguidnos adonde sabéis que estamos. Nosotros iremos a Toledo y allí esperaremos al emperador para pelear”.
Pero los exploradores del emperador se presentaron en el campamento ante él y le contaron las decisiones y asuntos de los musulmanes en presencia de todos sus magnates, nobles y duques, y, aceptado el consejo divino de que no salieran a luchar contra los musulmanes, sino que los esperasen en el campamento, que el castillo se perdiera***. Pero el grandísimo ejército de los moabitas y de los agarenos fue a Toledo y atacó enfrente de San Servando, mas sus altas torres no sufrieron daño. Sin embargo, destruyeron una torre que estaba frente a San Servando y murieron en ella cuatro cristianos; y muchos de ellos marcharon a Aceca, pero allí no causaron ningún daño.
Después destruyeron las viñas y arbustos , pero en la ciudad estaba la emperatriz doña Berenguela junto con un gran tropel de caballeros, ballesteros y peones, que permanecían en las puertas, en las torres y en las murallas de la ciudad y la defendían. Al ver esto, la emperatriz envió a los reyes de los moavitas mensajeros que les dijeron: “La emperatriz, esposa del emperador, os dice esto: ¿No veis que luchais contra mí, que soy una mujer, y esto no os honra? Pero si quereis luchar, id a Oreja y luchad con el emperador, que os espera con sus lineas armadas y dispuestas”. Al oír esto, los reyes, principes y caudillos y todo el ejército levantaron sus ojos y vieron a la emperatriz que estaba sentada en el trono real y en un lugar apropiado sobre una alta torre, que en nuestra lengua se llama alcazar, engalanada como la esposa de un emperador y con un gran tropel de mujeres honorables a su alrededor cantando con tímpanos, cítaras, címbalos y salterios. Y los reyes, príncipes y caudillos y todo el ejército, después de verla, se asombraron, se avergonzaron muchísimo, inclinaron sus cabezas ante la presencia de la emperatriz, retrocedieron, después no causaron ningún daño y regresaron a su territorio sin honor ni victoria, tras unirse a ellos sus emboscados.
Entre tanto el emperador mandó poner guardias a lo largo de la orilla del río para que los musulmanes no sacasen agua, con el fin de matarlos de sed, y pusieron un mantelete sobre un lugar en el que sacaban agua a escondidas. Pero los moros se lanzaron fuera del castillo y prendieron fuego al mantelete, porque lo encontraron sin vigilancia. Por otra parte, a los que estaban en el castillo se les impedía salir o entrar, pasaron mucha hambre y muchos de ellos murieron de hambre y sed, porque las cisternas que había dentro se vaciaron y no conseguían agua por ningún medio. Entonces los especialistas del emperador acercaron las máquinas y ballestas al castillo y comenzaron a destruir las torres.
Al ver esto Alí, tras tomar una determinación con los suyos, envió mensajeros al emperador diciendo: “Tómanos como aliados y concédenos una tregua de un mes, para que de nuevo enviemos mensajeros al otro lado del mar a nuestro rey Texufin y a todo el territorio de los agarenos. Y si no hubiera quien nos defienda, saldremos ante ti y te entregaremos el castillo de tal modo que nos dejes marchar en paz a nosotros y todas nuestras pertenencias a Calatrava, ciudad nuestra”. El emperador les respondió: “Haré con vosotros un pacto en las siguientes condiciones: que me deis quince rehenes nobles de todos los vuestros, exceptuado el rey Alí; y si no hubiera quien os defienda, devolvedme el castillo, queden en él las ballestas, todas las armas y todos los bienes reales y llevad con vosotros vuestros bienes personales; y además loa cautivos cristianos que están en vuestra cárcel se alimenten de mi mesa por medio de mis servidores e igualmente permanezcan junto a mí”. Y, muy a su pesar, esto complació a Alí y a los suyos, entregó los rehenes, se enviaron a Toledo bajo vigilancia y prometió bajo juramento cumplir todas las condiciones, como arriba se ha escrito, y agradó al emperador.
Así pues, los mensajeros marcharon al otro lado del mar al palacio del rey Texufín, que reinó en sustitución de su padre Alí, y le dieron a conocer todo lo que habían hecho los reyes que estaban en el territorio de los agarenos y todo lo que había sucedido en el castillo. Tras escucharles, él, sus príncipes, caudillos y todo su palacio quedaron consternados, porque no les salían las cosas tal como habían deseado. Y los mensajeros, no encontrandoningún consuelo en el palacio del rey Texufín ni decisión en los reyes que estaban en el territorio de los agarenos, regresaron a Oreja y dijeron a Alí y a los que con él estaban, por boca del rey Texufín y de los demás, que no alimentasen ninguna esperanza y que entregasen el castillo al emperador.
El último día del mes, muy de mañana, se entregó el castillo, se llenaron de caballeros cristianos las torres y se izaron los estandartes reales sobre una torre alta. Y los que portaban los estandartes gritaban en voz alta y decían: “¡Viva Alfonso, emperador de León y Toledo!”. Al oir y ver esto, los obispos, el clero al completo y todos los que estaban en el campamento, levantaron sus manos al cielo y entonaron el “Te Deum laudamus, te Dominum confitemur”, etcétera.
Por su parte, Alí y todos los que estaban con él salieron del castillo llevando consigo sus objetos personales y dejando en el castillo, en manos de los cristianos, a los cautivos cristianos y todos los bienes reales. Se presentaron al emperador y el emperador los recibió en paz, estuvieron con él en el campamento durante algunos días y les fueron entregados los rehenes. Después de esto los dejó marchar a Calatrava, y con ellos a Rodrigo Fernández para que los protegiera, puesto que los toledanos querían matarlos.
El emperador Alfonso sitió el castillo en el mes de abril y lo tomó en el mes de octubre del año 1139, y desapareció la afrenta y la mayor guerra que había tenido lugar en el territorio de Toledo y en toda Extremadura. A continuaciónel emperador mandó fortificar el castillo con un destacamento de caballeros y peones, con ballestas, máquinas y toda clase de armas, con agua y todo tipo de alimentos que se pueden comer, y todo el ejército, sus jefes militares y caudillos regresaron cada uno a sus casas cantando y alabando a Dios, porque se logró una gran victoria a manos de su siervo el emperador Alfonso.
Tras esto el emperador determinó ir a Toledo. Y como todo el pueblo hubiese oído que el emperador llegaba a Toledo, todos los nobles de los cristianos, musulmanes y judíos y la multitud entera de la ciudad salieron lejos de ella a su encuentro con tímpanos, cítaras, salterios y toda clase de instrumentos musicales, cada uno de ellos alabando y glorificando en su propia lengua a Dios, que favorecía todas las acciones del emperador, y diciendo: “Bendito el viene en nombre del señor, bendito tú, tu esposa, tus hijos y el reino de tus padres, y bendita tu misericordia y tu paciencia”. Y lo condujeron al interior de la ciudad por la puerta de Alcántara.
Dentro el arzobispo de la iglesia de Toledo, Raimundo, junto con una gran procesión de clérigos y monjes salió a la plaza de la ciudad, recibió al emperador y marcharon con él a la iglesia de Santa María cantando y diciendo: “Teme a Dios y observa sus mandamientos”, y lo que sigue. Una vez dada la bendición, el arzobispo se retiró, en tanto que el emperador fue recibido en el alcázar y en los palacios reales y estuvo allí durante algunos días. Después fue a las ciudades de Toledo y a sus castillos, eliminó a los impíos y todos los obreros de la iniquidad que había en Extremadura entera se inquietaron. En su mano se encauzaron la salvación, la misericordia, la paz y la virtud, y todos los que estaban en todo su reino se alegraban con todos sus actos.”
Pérez González, Maurilio. Crónica del Emperador Alfonso VII. Universidad de León, León, 1997