martes, 30 de octubre de 2007

Aparece una nueva pintura mural renacentista en Carranza

A finales de los años ochenta del pasado siglo, se descubrió en la Iglesia de San Andrés de Biañez (Carranza), tras el retablo existente, otro, pintado sobre la pared. Tras las pertinentes obras de restauración del edificio, se procedió a la restauración de la pintura mural, y hoy la podemos contemplar si visitamos el museo que, sobre la historia del pueblo vizcaino de Carranza, se ha dispuesto en el local del primitivo templo.

Pues bien, el motivo del presente artículo es el de hacerme eco de la noticia del descubrimiento de más pinturas murales en otro barrio del mismo valle de Carranza. Se trata esta vez de la iglesia de San Pedro de Sierra, aunque parece que las posibilidades de conservación, en esta ocasión, son menores.
También se apunta en la noticia que la autoría podría corresponder a las mismas manos que la de Biañez.

domingo, 28 de octubre de 2007

Beatificación de 498 religiosos, ¿un acto político?

Hoy se celebra en Roma la beatificación de 498 religiosos, víctimas todos de la acción de las tropas republicanas durante la guerra civil. Sin embargo, no se incluyen en esta lista de religiosos a beatificar a los religiosos caídos del otro bando:
Sacerdote don Santiago Lucus Aramendia, fusilado por las tropas franquistas en Undiano el 3 de septiembre de 1936
Sacerdote don Gervasio Albisu Bidaur, fusilado en Galarreta por las tropas franquistas el 7 de octubre de 1936
Sacerdote don Martín de Lecuona Echabeguren, fusilado en Galarreta por las tropas franquistas el 7 de octubre de 1936
Sacerdote don José Adarraga Larburu, fusilado en San Sebastián por las tropas franquistas el 17 de octubre de 1936
Sacerdote don José Ariztimuño Olaso (Aitzol), fusilado en San Sebastián por las tropas franquistas el 17 de octubre de 1936
Sacerdote don José de Sagarna, fusilado en Berriatua por las tropas franquistas el 20 de octubre de 1936
Sacerdote don Alejandro Mendicute Liceaga, fusilado en Hernani por las tropas franquistas el 23 de octubre de 1936
Sacerdote don José de Otano Mikeliz, fusilado en Hernani por las tropas franquistas el 23 de octubre de 1936
Sacerdote don José Joaquin Arin Oyarzabal, fusilado en Oiartzun por las tropas franquistas el 24 de octubre de 1936
Sacerdote don Leonardo Guridi Arrazola, fusilado en Oiartzun por las tropas franquistas el 24 de octubre de 1936
Sacerdote don José Markiegi Olazabal, fusilado en Oiartzun por las tropas franquistas el 24 de octubre de 1936
Sacerdote don José Ignacio Peñagaricano Solozabal, fusilado en Oiartzun por las tropas franquistas el 27 de octubre de 1936
Sacerdote don Celestino Onaindia Zuloaga, fusilado en Hernani por las tropas franquistas el 28 de octubre de 1936
Sacerdote don Jorge Iturrricastillo Aranzabal, fusilado en Oiartzun por las tropas franquistas el 7 de noviembre de 1936
Sacerdote don Antonio Bombin, fusilado en Laguardia por las tropas franquistas
Sacerdote don Román de San José, fusilado en Etxano por las tropas franquistas el 19 de Mayo de 1937
Fueron la mayoría afines al nacionalismo vasco, pero no sólo ellos cayeron fusilados por el bando franquista, hubo otros.
Y se pretende que creamos que esta beatificación no tiene tintes políticos, sino puramente religiosos.
Cabe en este momento recordar también la figura de Aita Patxi, cuyo proceso de beatificación parece que no corre tanta prisa como éste al que hoy asistimos, y algún otro reciente.

viernes, 26 de octubre de 2007

La toma de Valencia por el Cid en una fuente musulmana

Copia de un trozo de Ad-Drajira de Ben Besaam, cuya obra se titula “Tesoro de hermosos textos de gentes de la península”, por Abu-I-Jasan G´Alí ben Besaam, que nació en Santaren, y vivió por los años 470 á 542 de la Hegira, ó sea de 1077 á 1147 de Jesucristo, según los manuscritos de las bibliotecas de Oxford y de Gotha, núm. 266, publicados por Mr. Dozy en su “Scriptorum arabum loci de Abadidis” tom. I, pág. 189; y en sus “Recherches sur l´histoire politique et literaire de l´Espagne”

Relación de la conquista de Valencia por los enemigos, y del regreso á ella de los musulmanes.

Dijo Abu-I-Jasan: “Diremos, si a Dios place, en el cuarto volumen, algunas sentencias y razonamientos que explicarán el cómo ganó Alfonso el tirano de los rebeldes gallegos 1, quebrántelo Dios, la ciudad de Toledo, la gran perla colocada en el centro, y el reino más elevado y resplandeciente de toda esta península; y explicaré las causas que contribuyeron á que él se apoderase de su gobierno, y á que le tendiesen en ella su mullido lecho, y se subiera á las torres de sus altas colinas, y se aposentara en sus alturas.
Iagia-Ben-Dzin-Nun, conocido por el nombre real2 de Al-Kaadir bi-I-lah (poderoso por Dios), fué el que primeramente encendió sus fuegos, y concluyó por avivar sus llamas; y cuando abandonó a Alfonso Tolaitola (Toledo), renueve Dios sus cimientos y restituya su nombre en los divanes de los muslimes, se convino con él en que le había de ganar á la rebelde Valencia reduciéndola a sumisión, y que se abstuviese de defenderla, para que él redujera por la fuerza á su obediencia al régulo que la mandaba; pero era poco el conocimiento que tenía de Alfonso, puesto que vendría al fin á ser su prisionero, y á que preponderase en sus acciones. Pusose pues en camino, y los castillos se le cerraban y las posadas lo despedían, hasta que se aposentó en la fortaleza de Conca (Cuenca) con sus parientes los Beni Farad´ye, según lo narraremos en el cuarto volumen, si a Dios place. Eran aquellos gobernadores de su reino y los mandarines mas afectos á él, y por su causa al principio con sutileza logró su propósito, y al fin se retiró con ellos. Comenzó por hacerse íntimo amigo de Ben G´Abd-el-G´atsits, uniendo á la vociferación los escritos, y las fábulas fueron su mercancía; y reuniendo las cosas ciertas con las mentiras, aparecieron estas como verdaderas. Ben G´Abd-el-G´atsits, por entonces reía poco y lloraba mucho, y decía alguna cosa, pero ocultaba otras muchas; mas como el mundo rueda siempre y las órdenes de Dios son perennes y tienen siempre cumplimiento, llegó la noticia de la muerte de Ben G´Abd-el-G´atsits, y que con este motivo sus dos hijos disputaban el gobierno de la ciudad. Entonces salió Ben Dzin-Nun para Valencia, con mas precipitación que los Katás se precipitan sobre el agua3, y llegó a ella como llega el celoso cuando sorprende los coloquios de dos amantes. Despues, según hemos dicho antes al relatar los sucesos del año 479, entraron en el camino de las inteligencias los reyes de nuestro pais con Emir-al-Moslemin, ampárelo Dios4; y Alfonso el tirano, quebrántele Dios sus miembros, sufrió aquella derrota tan memorable en día viernes5. Entonces se volvió a su país, maldígalo Dios, pero llevaba ya los brazos cortados, y su imperio había ya finalizado. Con este motivo se ensanchó libremente el pecho de Iagia Ben Dzin-Nun; respiraba el aire vital con facilidad, y se regocijó de que aun le quedase sangre en sus venas; y entró en la alianza con Emir-al-Moslemin como lo habian hecho los demás príncipes. Pero sus malas inteligencias, según ya hemos referido, no dejaban de hacer sordamente su camino, y las calumnias que cada uno se dirigía, iban y venían de todas partes, hasta que Dios permitió al Emir-al-Moslemin se sobrepusiese á su poder, y que curase la enfermedad de sus injusticias, y le dio el poder de libertar a todos los muslimes de sus procederes y de sus pensamientos abominables. Dedicóse a esta tarea, según dejamos dicho antes, en el año 83, y el pais entero comenzó á unírsele, y en los alminbares6 resonaba su nombre con admiración y respeto. Continuó arrojando a sus estrellas7, y borrando sus vestigios todo lo que quedaba del año 83 y el siguiente 84, y por entonces, con este motivo, el poeta Abu-Temam Ben Riaf, dijo este verso:
“Porque ciertamente su pais está como las mujeres á quienes la necesidad las separa de sus esposos”
Y también con este motivo recitó Abu-I-Josain Ben Aduaro, acordándose de lo que dijo el régulo de Mallorca á proposito de la caida de los Beni G´Abed8:
“Dí al que espera un sueño tranquilo: “hay gran distancia entre tí y el lecho”; Abu Yag´kub9 de quien acabais de hablar, ¿es la pluma de la flecha de los enemigos, o es lecho suspirado? Cuando el destino ha separado en pedazos las montañas de Redua10, ¿qué creeis que hará de un mosquito miserable?”
Cuando Ajmed Ben Yusuf Ben Hud, el que en estos mismos momentos se agita en la frontera de Zaragoza, se cercioró de que los soldados de Emir-al-Moslemin salían de todos los desfiladeros, y se subían por todas partes á los puntos mas elevados; excitó á un cierto perro, de los perros gallegos, llamado Rodrigo y apellidado el Campeador. Era este un hombre muy sagaz, amigo de hacer prisioneros, y muy molesto. Dió muchas batallas en la Península, y causó infinitos daños de todas especies á las thaifas11 que la habitaban, y las venció y las sojuzgó. Los Beni Hud, en tiempos anteriores, fueron los que le hicieron salir de su oscuridad. Le pidieron su apoyo para sus grandes violencias, para sus proyectos viles y despreciables: le habían entregado en señorío ciertas comarcas de la Península, y puso su planta en los confines de sus cinco mejores regiones, y plantó su bandera en la parte mas escogida de ellas, hasta el punto de robustecer su imperio; y semejante á un buitre, depredó las provincias cercanas y las mas apartadas. Al ver lo que les sucedía, (Ajmed) temiendo la caída de su reino, y cerciorándose de que sus asuntos iban mal, trató de poner al Campeador entre él, y la vanguardia de los ejércitos de Emir-al-Moslemin, y le facilitó el paso para las comarcas de Valencia, y le proporcionó dinero, y le mandó despues hombres. Descendió pues á las inmediaciones de esta ciudad, en donde se aposentaba la discordia, y sus habitantes estaban divididos, á causa de que el Fakih Abu-Amed Ben D´yajaf, que por entonces era kaadhí en Valencia, cuando vió el ejercito de los Almorabides que se acercaba, y se cercioró de que por otro lado estaba este tirano, á quien Dios maldiga; excitó los ánimos á una rebelión, y quiso imitar las agudezas del ratero cuando hay bulla y ruido en el mercado; y deseó llegar al poder, engañando a los dos contedientes, pero olvidó el lamido (de la fábula) del zorro y las dos cabras monteses12. Y antes de realizar este proyecto , rogó al Emir-al-Moslemin, que le diese algunos pocos de sus soldados, y con ellos sorprendió el palacio de Ben Dzin-Nun, hombre duro e inicuo al par que negligente, que se miraba desamparado de sus mejores compañeros, y cuyo poder se bamboleaba, en términos de no tener mas defensores que sus lágrimas, ni nadie que lo llorase sino el hierro de su lanza. Entonces le mató, dicen que por manos de uno de los Beni al-Jadidi, deseoso de vengar á sus parientes, que ó habían perecido a sus órdenes (de Alkaadir), ó les habían privado de sus honores. La narración de la historia de estos vendrá mas adelante, y se detallarán sus ciscunstancias, si á Dios place, en el lugar conveniente de este libro. Y con ocasión del asesinato de Ben Dzin Nun-Al-Kaadir, dijo Abu G´Abd er Rajman Ben Thaaher:
“¡Oh tú que tienes un ojo azul y otro negro, vete despacio, porque has cometido un grave crimen! Has asesinado al rey Iagia, y te has vestido su túnica. Llegará el día de darte tu merecido, sin que tengas poder bastante para impedirlo.”
Y luego que terminó su proyecto Abu Ajmed, y que según su modo de ver estaba firme su poderío, estallaron tumultos, y las puntas de las espadas se volvieron irritadas unas contra otras , porque como se veía obligado á dirigir su vista hacia los asuntos públicos del reino, que no los había manejado antes, estaba en la oscuridad de sus secretos; y debiendo arreglar la marcha de los negocios administrativos, no tenía ciencia para abordarlos con presteza, y para entrar en lo estrecho de sus sinuosidades. El no sabía mas que hacer comprender la ley á los litigantes, conducir al combate los negros pendones, declarar la mayor solemnidad de los contratos entre sí, y escoger (la verdad) entre diversos testigos. Se cuidaba solo de recoger lo que restaba aun del tesoro de Ben Dzin-Nun, y se olvidaba de reunir soldados y de atender a los asuntos de sus provincias. Se separó de él la pequeña y escogida partida de Almorabides que le servía de sosten, y á las gentes les hizo creer (con este motivo), que su modo de obrar había sido bondadoso para con ellos, y que era malvado el de los (que calificaba de) enemigos presentes.
Rodrigo redobló su deseo de tomar á Valencia, y la persiguió como se persigue á un deudor, y la estimó con la estimación que los amantes tienen a los vestigios (de sus amores). Le cortó13 los víveres, mató á sus defensores, puso en juego toda clase de tentativas, y se presentó sobre ella de todas maneras. ¡Cuántos soberbios y elevados lugares, cuya posesión había sido envidiada por tantas gentes, y que las lunas y los soles habían deseperado de alcanzar tanta belleza como ellos, ocupó este tirano y profanó sus misterios cuando se posesionó de ella! ¡Cuántas jóvenes, de cuyos rostros manaba sangre (al lavarse con) la leche, y que causaban envidia al sol y á la luna, y daban celos al coral y á las perlas, amanecieron en las puntas de sus lanzas como hojas marchitadas por las pisadas de sus envilecidos y bárbaros soldados! Llevó la miseria y el hambre á sus habitantes, en términos que consideraron lícita la prohibición (de comer) los animales inmundos; y Abu Ajmed, aunque recordaba el lazo (en que había caído), no facilitaba ni abría puerta alguna14; y á causa de este suceso no tenía dominio sobre sí, y se culpaba de todo lo sucedido.
Imploró pues los socorros del Emir-Al-Moslemin y de los vecinos que rodeaban sus cercanías, mas como aquel estaba lejos, demoró su venida, y (como) algunas veces pudo dejarse oir, (AL-Kaadir) se conmovió de él, (Emir-Al-Moslemin) y otras veces no pudo lograrlo y no alcanzaron hasta él sus quejas. Sin embargo, , en el corazón de Emir-Al-Moslemin había piedad, y se condolía de sus males prestándoles oído, mas fué tardo en prestarle socorro, porque se encontraba muy lejos de la ciudad y sin poder para otra cosa. ¡Cuando Dios dispone un suceso abre sus puertas, y allana sus obstáculos!
El tirano Rodrigo logró sus vituperables designios con su entrada en Valencia en el año 8815 hecha con engaño, según su costumbre; y despues de la humillación del kaadhí, que se tenía por el mas invencible á causa de su impetuosidad y soberbia. A su entrada se hizo obediente a sus órdenes, y reconoció la dignidad que le daba la posesión de la ciudad, y contrató con él pactos que , en su concepto, debían guardarse por Rodrigo, pero que no tuvieron larga duración. Ben D'yajaf permaneció con el Campeador poco tiempo, y como á este le disgutaba su compañía, buscaba el medio de deshacerse de él, hasta que pudo lograrlo, dicese que á causa de un tesoro considerable, de los que habian pertenecido á Ben Dzin-Nun.
Sucedió que Rodrigo en los primeros días de su conquista preguntó a Ben D´yajaf por el tal tesoro, y le tomó juramento en presencia de varias gentes de las dos religiones, acerca de que no lo poseía. Respodió jurando por Dios y testificando solemnemente de su inocencia, sin cuidarse de los males que debía esperar de su ligereza. Exigió Rodrigo al kaadhí que se extendiese un contrato con anuencia de los dos partidos, y firmado por los mas influyentes de las dos religiones (en el cual se convino) que si Rodrigo encontraba ó averiguaba el paradero del tal tesoro, retiraría su protección a la familia (de Al-Kaadir), y podría derramar su sangre.
Rodrigo no cesó (de trabajar) para descubrir el mencionado tesoro con (el empleo) de diferentes medios, ya con el (kaadhí) y ya con su familia, hasta que llegó á conseguirlo, poniéndolos al colmo del sufrimiento y de la desesperacion. Despues encendió una hoguera destinada al kaadhí, á quien hizo perder su sangre, y quemó sus miembros.
Me contó una persona que le vió en este sitio, que se cavó en tierra un hoyo y se le metió (hasta la cintura para que pudiese ) elevar sus manos al cielo, que se encendió la hoguera á su alrededor, y que él se aproximaba los tizones que le rodeaban, con el fin de acelerar su muerte y de apresurar su suplicio. ¡Quiera Dios escribir este sufrimiento en la hoja de sus buenas acciones, y olvide por ella sus anteriores pecados, y nos libre de semejantes males por él merecidos, y nos impulse hácia lo que se aproxima a su gracia! Tambien pensó (Rodrigo), al que Dios maldiga , en quemar á su mujer y á sus hijas; pero le habló por ellas uno de sus parciales, y despues de algunas dificultades, no desoyó su consejo, y las libró de las manos de su fatal destino16. Esta gran desgracia encendió el fuego en todas las comarcas de la Península, y entristeció y cubrió de vergüenza á todas las clases de la sociedad.
El poder de este tirano creció hasta el punto de ser gravoso á los lugares mas elevados y á los mas cercanos del mar, y de llenar de miedo á los nobles y á los pecheros17. Y me contó uno haberle oido decir cuando su imaginacion estaba exaltada y su avidez era extremada: “ En el reinado de Rodrigo se conquistó esta Península, y otro Rodrigo la libertará” : palabras que llenaron de espanto los corazones, y que infundieron (en ellos) la certeza de que estaban próximos los sucesos que tanto habian temido. Con todo, esta calamidad18 de su época, por la gran suspicacia, por la firmeza de su carácter y por su (heróico ánimo, era uno de los milagros de su Dios, precipitándolo aquellas cualidades) á su muerte natural, que sufrió á poco en Valencia.
Siguió, maldigalo Dios, la victoria á sus banderas, triunfando de las tahifas de Bárbaros, teniendo con sus jefes varios encuentros, como con García, apellidado el de la boca torcida, y con el principe de los Francos19, y con Ben Radmir, deshaciendo sus ejércitos, y matando con pequeño número de los suyos gran copia de sus contrarios. Cuéntase que en su presencia se estudiaban los libros y se le leian las memorias heróicas de los árabes, y que cuando llegó á las hazañas de Mojlab, se exaltó su ánimo, y se llenó por él de admiracion.
Y á propósito de Valencia, dijo Abu Isjak Ben Jofaad'ya:
“Las puntas de las espadas se han esgrimido en tus patios, oh palacio, y han destruido tus preciosidades la miseria y el fuego. - Cuando viene uno á mirar tus contornos, largo rato reflexiona y llora sobre tí oh (pueblo) tierra. -Tus habitantes han sido el juguete de los desastres, y tus turbas se han agitado por la fatalidad. -La mano de la desgracia ha escrito sobre tus atrios: tu no eres tu, y tus casas no son casas.
Cuando el Emir-al-Moslemin supo esta grave noticia y se apercibió de tan gran desdicha, hizo todos sus esfuerzos, porque Valencia era para él una mota en su ojo, y reunió sus medios y puso en movimiento sus manos y su lengua. Despachó contra la ciudad gentes y dineros, y mandó á ella los hombres mas intrépidos. La guerra entonces (ofreció) diferentes suertes; á veces se decidia por los enemigos, á veces por los del Emir-al-Moslemin, hasta que (este) oscureció la vergüenza (que sobre Valencia pesaba), y lavó sus ultrajes. El último de los Emires que mandó á la cabeza de sus numerosas tropas, fué el Emir Abu Mojamed Matsdalí; la punta de su lanza y el cordon de que se servia para ensartar sus perlas. Dios le concedió que la ganase, y permitió que ella le debiera la libertad, en el mes de Ramadhan del año 95. Señale Dios al Emir un puesto en el sétimo cielo, y recompense su celo y sus combates en la guerra santa, y acuérdele los beneficios (reservados) á los virtuosos20.
Con este motivo, Abu G'Abd-er-Rajman Ben Thaaher escribió al Uatsir Abu-G'Abd-el Malee Ben G'Abd-el G'atsits ( una carta) en la que le decia : «te escribo al mediar el bendito mes21, y ya hemos vencido con la toma de Valencia, purifíquela Dios, despues de la vergüenza que la cubria. (El enemigo) ha incendiado la mayor parte de sus hogares, y la ha dejado con señales evidentes de devastacion y de llanto. Le ha tejido vestidos tan negros como los hierros con que él la vistió; su mirada está todavia oscura, y de su corazon salen suspiros, porque se agita sobre ascuas encendidas, pero aun le queda su esbelto cuerpo sus feraces tierras, semejantes al musco oloroso22 y al oro rojo; sus magníficos jardines poblados de árboles, y su limpio rio. Mas por la buena estrella de Emir-al-Moslemin y de los cuidados que le dispensará, se disiparán sus tinieblas, y recobrará sus elegantes vestidos y sus collares de perlas, y se levantará por la mañana, y se presentará como el sol en el primer signo del Zodiaco. Alabanzas á Dios, rey del universo, que la libró de los que dan socios á su Dios23. Y con su restitucion al Islam (gozamos) un placer y un consuelo (á causa de los males) que habia alcanzado, por la fuerza del destino y de la voluntad de Dios.”

NOTAS
1Don Manuel Malo de Molina hace en esta nota algunas consideraciones sobre discrepancias en la traducción con Dozy, que no reproduzco por no tener disponibilidad del alfabeto árabe, y sigue: “Y ahora es oportuno advertir que, aunque se dice el tirano de los gallegos, bajo esta denominación se comprenden los castellanos y leoneses, a quienes Ben Besaam y los escritores de su tiempo apellidaban gallegos: á los navarros los llamaban bascos, y á los catalanes francos. Sin embargo, algunos autores usaban de la calificación Afarand´ye (los de Afranc de Conde) , para designar a los españoles en general.
2Quiere decir el nombre que tomaban los reyes y príncipes por sus instintos religiosos, ó por las acciones que ejecutaban.
3Los katás son una especie de perdiz que vuelan rápidamente en busca de los lagos y riachuelos. La comparación de completa rapidez la hacen los mejores autores árabes con este animal.
4Tal era el título que por entonces se daba á Yusuf Ben Teschfin el Almorabid.
5La batalla de Zalaca se dió viernes 14 de red´yeb del año 479.
6La voz alminbar ha conservado entre nosotros su significación de cátedra o púlpito.
7Alude a los jefes de los cristianos.
8Este Señor de Mallorca era Nassir-ed-Daula, que se declaró independiente cuando G´Ali Ben Mod´yehid fue privado del señorío de Denia por Al-Moktaadir de Zaragoza, y los Beni G´Abed eran los reyes de Sevilla.
9Yusuf Ben Theschif que tenía también este nombre.
10Compara á estas inaccesibles montañas de Medina, á la familia de los Beni G´abed
11La voz thaifa se ha conservado en toda su pureza para indicar la familia y allegados á cierta persona influyente: los parciales de un régulo o mandarín.
12Esta fábula de Bidpay que se encuentra en diversas traducciones de las fábulas indianas, está reducida á que un zorro vió un cierto día que dos cabras monteses se daban grandes cornadas, derramando largamente su sangre. El astuto espectador quería aprovecharse de la desgracia de los contendientes, y se puso a lamer la sangre: pero estas, no contentas con semejante acción, olvidaron su querella y cargaron sobre el zorro hasta dejarlo muerto.
13Disquisición sobre la traducción que me es imposible copiar.
14Quiere decir que no arbitraba medios para salir del apuro.
15Esta fecha está equivocada, según hemos hecho ya ver en otro lugar, debiendo ser 487, y según diremos un poco más adelante.
16En esta nota, el autor nos da noticia de otras fuentes árabes que relatan estos hechos. La omito por no poder copiarla íntegra ya que lleva textos en árabe.
17Traducida á la letra esta frase es “á los mas cercanos y á los mas remotos”, pero Mr. Dozy sigue la traduccion que nosotros le damos, conviniendo en que significa aquella espresion los mas cercanos á su grandeza, y los mas separados de ella. En este mismo sentído se usa con frecuencia en el poema de G'Antar, hallándose por vez primera cuando este negro luchó con el esclavo Dad'yí.
18Alude á Rodrigo
19El conde de Barcelona Berenguer Ramón II
20Estos sucesos se ven confirmados en el artículo biográfico de Matsdalí que trae Ben Al-Jatíb en su biblioteca de hombres itustres, conservada en la del Escorial (codice MDCLXVIII y 1673 de los estantes) y extractada por Casiri , tomo 2.", pág. 95, cotumna 2.ª Nosotros vamos á dar el texto de este artículo tal como se lee en un ejemplar de la obra de Ben Al-Jatíb , que se halla en la Biblioteca nacional (G. g. 26, tomo 1.º pág. 339), copiado de la del Escorial, y cotejado por nosotros con ella:
Madtsdalí Ben Benu Lantun, Ben Jasan, Ben Mojamed, Ben Tarkut, Ben Uria hithin, Ben Manshur, Ben Noshalo, Ben Omeia, Ben Uaiatín, es-Shanajad'y i" oí Lamtuní. Su condicion Fué el Emir Matsdalí, el sostenedor mas firme de la dinastía Lamtuní de Yusuf Ben Teschfin, y de sus parientes. Los dos (Matsdalí y Yosuf) pelearon valerosamente con Tarkut, cabeza de esta dinastía, y le igualó y le honro , y lo hizo admirable. Fue Scheij de la dinastía LamUmí, y jefe de las cohortes Sanajad'yies, esforzado, perseverante, valiente entre los valientes, sin presuncion (1), de gran firmeza, celebre en sus narraciones, original en sus pensamientos, y de gran experiencia. Fué larga su vida, y glorificó sus combates, y prolongó las algaras, y fueron numerosos sus encuentros con el enemigo, y siempre obedeció las órdenes de su sultan. — De sus buenas acciones.— Ganó á los cristianos por su ingenio la ciudad de Valencia, y la restítuyó al Islam para su mayor honra y gloria, al mediar Red´yeb del año 495 (21 Abril á 20 de Mayo 1102). Entró en Granada: fue Ualí de Córdoba y de Granada y sus cercanías, despucs de Yusuf Ben Teschfin, en el año 505 (1111y 1112). Dice Ben es-Sherfí: murió en la noche del martes 17 de Schaual del año 508 (14 de Febrero de 1115) peleando en las cercanías de Jisn Kosanlania (castíllo de Concentaina), y se llevó á Córdoba llegando allí en dia miercoles, segundo despucs de su muerte, y rogó por él y sus restos en la oracion del G´ashar, (las tres de la tarde ó vísperas) el Fakib Kaadhí de Córdoba Abu-I Kaasim Ben Iamdin, y se le enterró junto á su padre, y se construyó allí un jardin hermosísimo. Dios le concedio el privilegio sin igual de perseverar en la amistad de Emir-al-Moslemin, Yusuf.
(1) El aulor dice distante de la fama
21Ramadhan
22Al musco (árabe) almizcle
23Mr. Dozy dice los politeistas. El nombre árabe es asociados.


Malo de Molina, Manuel. RODRIGO EL CAMPEADOR. Imprenta nacional. Madrid, 1857

lunes, 22 de octubre de 2007

Doña Jimena Muñiz, amante de Alfonso VI y madre de doña Teresa de Portugal


Es sobradamente conocida la dilatada vida sentimental de Alfonso VI de León, quien llegó a desposarse canónicamente en cinco ocasiones.
Inés, Constanza, Berta, Isabel y Beatriz, son los nombres correlativos de sus cinco esposas. Pero además, tuvo el monarca dos amantes conocidas, la primera de ellas, Jimena Múñiz, es el objeto de esta sucinta biografía. La segunda, de origen musulmán, se llamó Zaida.
Lástima para las revistas del corazón que llegaron mil años tarde a estos jugosos sucesos. No obstante, su azarosa vida amorosa sí ha dado, al menos, material suficiente para escribir una novela por entregas, publicada en el año 1862, de la mano del romántico nacionalista y fecundo escritor D. Manuel Fernández y González, obra que llevaba por título: “Los amores de Alfonso VI”.
Y uno, que pensaba que la moda de la novela “best-seller” pseudohistórica era un invento reciente, debido a las sesudas y calenturientas mentes educadas en las más refinadas técnicas de las ciencias del marketing, debe reconocer, una vez más, que, en lo referente a vender, ya está todo inventado desde hace tiempo.
Pero sigamos con lo nuestro. Tuvo relaciones amorosas, el rey Alfonso, con esta Dª Jimena entre los años 78 y 80 del siglo XI, y fruto de las mismas nacieron dos hijas: Elvira y Teresa. La primera casará con Raimundo de Saint Gilles, y sobre su vida ya escribí en un artículo anterior de este blog. La segunda, casada con Enrique de Borgoña, heredará de su padre el condado de Portugal, y su hijo, Alfonso Enríquez, será coronado como primer rey del país vecino.
Quizás las intenciones del monarca leonés, en sus relaciones con la dama, fueran las de culminarlas con el matrimonio, y en este sentido se expresa D. augusto Quintana Prieto en el monográfico que sobre la vida de esta señora publicó: “Como resumen de todo esto podemos llegar a la conclusión siguiente: La unión de Alfonso y Jimena fue totalmente ilegítima y sin justificación posible delante de una buena conciencia cristiana. Pero sí parece que hubo cierto intento de matrimonio, que acaso hubiera llegado a cristalizar en la legitimación de aquellas relaciones, a no haber mediado un impedimento de afinidad, del que el romano pontífice no estaba dispuesto a otorgar la dispensa necesaria para que el matrimonio pudiera ser contraido”. Como vemos, interviene el papa Gregorio VII, y le amonesta al rey con estas palabras que reproduzco del artículo de D. Augusto, quien las toma del P. Flórez: “...se aparte por completo de la unión ilícita que has intentado con una consaguínea de tu esposa”. Sin embargo, no todos los autores creen que esta conminación del papa se refiera a Jimena. Piensan algunos que se refiera más bien a su segunda esposa, Constanza (A. Linage Conde), o incluso a alguna otra amante (Flórez y Escalona), de nombre desconocido.
Pero sea como fuere, ¿quién era esta dama, supuesta pariente de Dª Inés?. Todo parece indicar que era hija de un noble berciano llamado Monnio Muñiz y de su esposa, de nombre Velasquita. Al parecer, este magnate, conde que frecuenta la corte, ostentó las tenencias de El Bierzo y de Astorga. Serían hermanos de Jimena, según D. Augusto, Marina, García, Pedro y Pelayo Muñiz. Del llamado Pedro, tenente de Losada, sabemos que nació en Corullón y que allí levantó con su padre una iglesia dedicada a San Esteban, consagrada en el año 1086, y que luego él reedificó en el año 1100. Partes de esta iglesia románica se conservan actualmente, así como la lápida donde constan todos estos hechos.
Pero no destaca sólo esta mujer por sus relaciones sentimentales con el monarca leonés, sino que resalta además por ser, probablemente, la única mujer que, junto con su hija Elvira, no perteneciendo a la familia real, en estos tiempos medievales, aparece al frente de una tenencia.
Detenta, en primer lugar, la tenencia del castillo de Ulver (posteriormente conocido como Cornatel), al frente de la cual se mantiene desde 1093 hasta 1107. Pero también la vemos al frente de Astorga en el año 1099, y supone D. Augusto Quintana que también en años anteriores, desde 1081, hubo de detentarla, ya que en la mayoría de ellos no aparece tenente en la documentación. Y del mismo modo, la vemos al mando del Bierzo en los años 1095 y 1099, pudiendo suponer que la regentó, al menos, entre ambas fechas.
Murió la dama, seguramente septuagenaria, en el año 1128, siendo enterrada en el Monasterio de San Andrés de Espinareda, dejando escrito sobre su tumba el siguiente epitafio:
"Yo, llamada Jimena-presérveme Dios del castigo-fui amiga del rey D. Alfonso durante su viudez. La opulencia, la hermosura, la nobleza, las prendas, la amena cultura de los modales, me prostituyeron al tálamo del reinante. A mí y al rey juntamente obligáronnos a pagar el mortal tributo los hados implacables, que todo lo pulverizan. De mil y doscientos quita treinta y cuatro, sabrás la era de mi fallecimiento"

domingo, 14 de octubre de 2007

Hasta el moño de templarios

Con motivo del séptimo centenario del juicio al que se sometió a los templarios por parte de Felipe IV de Francia, la Iglesia Católica ha publicado la documentación, hasta ahora secreta, de aquel proceso. La publicación, con el título de “Procesos Contra Templarios “, sale al módico precio de 5.900 €. Supongo que la iglesia, tan preocupada por las economías domésticas y la general cultura, hará una posterior versión en rústica...
Pues bien, con motivo de tan egregio acontecimiento, la Euskal Telebista nos ofreció un sucinto reportaje sobre la noticia. En él, aparecía machaconamente la Cruz de Malta, supongo que confundida con la Cruz Templaria, aunque nada dijeron sobre ello en el documental, y tal vez es que no encontraron otra cosa más adecuada, o quizás les pareció de más prestancia y abolengo ésta.
Sea como fuere, el caso es que no son los únicos. Basta con encomendarse a San Google y podremos comprobar cómo son innumerables las referencias a la cruz de Malta como templaria, por ejemplo: aquí, y aquí, también aquí, y aquí, otra vez aquí, y aquí hasta se la tatúan, ¿qué hará cuando se entere de que es una cruz de malta y no una templaria?, y aquí... Es por otra parte, bastante común, también, encontrarse con esta apropiación indebida del símbolo sanjuanista en las portadas de las cansinas e inacabables series de libros que sobre la Orden del Temple se publican. Para constatarlo, basta darse un paseo ilustrativo por la sección de libros en oferta de algún gran almacén al uso.
Ante tal cúmulo de ignominias, no he podido por menos que actuar, reivindicando el símbolo de la Cruz de Malta como propio de los Caballeros de la Orden Militar de San Juan de Jerusalen, también conocida como de los Hospitalarios o de Malta. Y es que, tantos siglos sojuzgaron y sometieron a mis antepasados, que al fin uno les ha cogido hasta cariño, que se la va a hacer...
No resulta nada raro que se confundan propiedades sanjuanistas con templarias, fruto, la mayoría de las veces, del interés del escritor mediocre metido a pseudo-historiador de lo esotérico, o a los intereses turísticos del pueblo correspondiente, pero que se llegue a fagocitar los símbolos de otros es una afrenta de las estrategias comerciales ante la que no puedo permanecer callado, más que nada por amor a la verdad y en contra de la banalización de la información. Por ello, he decidido declararme blog solidario con la Cruz de Malta, y con tal fin colocaré el anagrama que aparece en este post en la barra lateral de mi blog, en señal de protesta contra la falta de rigor en la información, una lacra de nuestro tiempo.
¡La Cruz de Malta para los que se la curraron!

martes, 9 de octubre de 2007

Viaje por España, de Teófilo Gautier (La liturgia)

Partiendo de Madrid, y tras visitar El Escorial, que no es del todo de su gusto, dirige sus pasos a Toledo, donde nos describe sus estrechas calles y El Alcazar, para a continuación hablarnos de La Catedral. Allí se topa con la capilla mozarábe, y cree conveniente, antes de seguir con su descripción, hacer la siguiente aclaración para sus lectores:


TOLEDO



“En la época de la invasión de los moros, los habitantes de Toledo viéronse obligados a rendirse después de un sitio de dos años, trataron de conseguir la capitulación en las condiciones más favorables, y en el número de los artículos estipulados figuraba éste: que se reservarían seis iglesias para los cristianos que quisieran vivir con los bárbaros. Estas iglesias fueron las de San Marcos, San Lucas, San Sebastián, San Torcuato, Santa Eulalia y Santa Justa. Por este medio conservaron la fe cristiana en esta ciudad durante los cuatrocientos años que duró la dominación morisca, y por esta razón los fieles toledanos fueron llamados mozárabes, es decir, mezclados con los árabes. En el reinado de Alfonso VI, cuando Toledo volvió a poder de los cristianos, Ricardo, legatario del papa, quiso abolir el rito mozárabe y substituirlo por el gregoriano, sostenido en esto por el rey y la reina doña Constanza, que preferían el rito de Roma. Todo el clero se alborotó y puso el grito en el cielo; los fieles se indignaron, y poco faltó para que hubiera motines y levantamientos populares. Asustado el rey por el giro que tomaban las cosas, y temiendo que se llegara a extremos peligrosos, calmó los ánimos como pudo, y propuso a los toledanos este mezzo termine extraño y muy dentro del espíritu del tiempo, que fué aceptado con entusiasmo por ambas partes: los aprtidarios del rito gregoriano y los del mozárabe elegirían dos campeones que lucharían para que Dios decidiera en qué idioma y en qué rito prefería ser alabado. En efecto; si en algo ha de aceptarse el juicio de Dios, debe ser en materia de liturgia.
El campeón de los mozárabes se llamaba don Ruiz de la Matanza; se señaló día. Eligióse la vega para lugar del combate. La victoria permaneció indecisa algún tiempo; pero, al fin, don Ruiz tuvo ventaja y salió vencedor en la lid, en medio de los gritos y alegría de los toledanos, que, llorando de felicidad y tirando al aire sus gorros, dirigiéronse a las iglesias a dar gracias a Dios. El Rey, la reina y la corte mostráronse muy contrariados de aquel triunfo. Dándose cuenta un poco tarde de que era una cosa impía, temeraria y cruel decidir una cuestión teológica por un combate sangriento, pretendieron que habían de acudir a un milagro, y propusieron una nueva prueba, que los toledanos, confiados en al excelencia de su rito, aceptaron de buen grado. La prueba consistía, despues de un ayuno general y de preces en todas las iglesias, en echar sobre un leño ardiendo un ejemplar del oficio romano y otro del toledano; el que saliera de las llamas sin quemar sería considerado como el mejor y el más agradable a Dios.
La cosa se ejecutó punto por punto. Colocose un leño seco y llameante en la plaza de Zocodover -que desde que es palza no vió jamás tal afluencia de espectadores-; se echaron los dos breviarios al fuego, y cada partido elevó los ojos y los brazos al cielo, rogando a Dios por el culto de la liturgia en que prefería servirle. El ritual romano, rechazado por la violencia del fuego y con las hojas dispersas, salió de la prueba intacto, aunque un poco chamuscado. El toledano permaneció majestuosamente en medio de la llama, en el mismo sitio en que cayó, sin moverse y sin sufrir el menor daño. Algunos mozárabes entusiastas pretendían incluso que el misal romano fué completamente consumido por el fuego. El rey, la reina y el legatario, Ricardo, no quedaron muy satisfechos; pero no había medio de volver sobre el asunto. El rito mozárabe se conservó, pues, y siguiose con ardor durante largos años por los mozárabes, sus hijos y sus nietos; pero, al fin, se dejó de comprender el texto y no se encontró nadie capaz de decir ni de entender el oficio objeto de tan vivas discusiones. Don Francisco Ximenez, arzobispo de Toledo, no quiso dejar caer en desuso una costumbre tan memorable, y fundó una capilla mozárabe en la catedral, mandó traducir e imprimir en caracteres vulgares los rituales, que estaban en letra gótica, e instituyó sacerdotes especiales, encargados de decir este oficio.”


Gautier, Teófilo. Viaje por España, Tomo I. Traducción de Enrique de Mesa. Espasa Calpe, Madrid, 1932

viernes, 5 de octubre de 2007

Exposición conmemorativa del VIII centenario del Cantar del Mio Cid

Con motivo del octavo centenario de la escritura del Cantar del Mio Cid, se ha organizado, en la Catedral de Burgos, una exposición titulada : “El Cid. Del hombre a la leyenda”. La muestra recoge 282 piezas sobre diferentes aspectos de la vida y época del héroe legendario castellano y está dividida en cinco apartados.
En el primero se exponen elementos relacionados directamente con la vida del Cid, entre ellos la polémica Tizona recientemente adquirida por la Junta de Castilla y León. En un segundo apartado se exponen elementos de la vida cotidiana de la sociedad medieval. El tercer espacio se dedica a la literatura medieval, con la exposición de manuscritos originales. En cuarto lugar podremos ver cómo se han ido formando las imágenes que sobre el Cid y otros personajes relacionados con él han llegado hasta nosotros. Y, por fin, en un quinto apartado se exponen pinturas que sobre el Cid y sus momentos han realizado diferentes artistas de todas las épocas. Creo que haré todo lo posible para ir a verlo.
Para más información, se puede leer la noticia en “El País”, en “El Mundo”, o en “El Correo”de hoy
En relación con este centenario, he encontrado un artículo de Juan José García González, en el Diario de Burgos, en el que nos ofrece una visión particular sobre los actos del centenario y sobre la importancia e interés que el héroe despierta en la sociedad castellana actual, y que copio aquí, por si deja de estar disponible en red:


DIARIO DE BURGOS
24/09/07
SECCIÓN : OPINIÓN


EL CID, UN HÉROE SIN PATRIA/Juan José García González


A mediados del mes de mayo Diario de Burgos se preguntaba en voz alta «¿Qué interés despierta el Cid?» y respondía publicando dos instantáneas de la decena y media de personas que asistían a las sesiones del congreso sobre la vigencia del héroe y cifrando los matriculados, en torno a una cincuentena. Dos días después el gerente del Consorcio del Camino del Cid, ante la escasa repercusión popular del octavo centenario del Cantar de mío Cid, consideraba que la pregunta más pertinente era otra: «¿Somos conscientes del interés que despierta el Cid?». En fin, hace unos días el propio Alberto Luque ha vuelto a deplorar el reducido eco social que han tenido los eventos de referencia. De estas aproximaciones se desprenden dos cosas: que sus conciudadanos parecen estar dando la espalda al Cid y que apenas son conscientes de las implicaciones que tiene el interés que suscita su figura entre los demás.
Cabe, sin embargo, poner cierta sordina a esta forma de pulsar la realidad. Probablemente hubiera sido más congruente valorar los resultados tras criticar la forma de organizar dichos eventos, ofertados en pleno período de exámenes, publicitados inadecuadamente en la Facultad de Humanidades y Educación, planificados por foráneos que han ignorado a los colectivos ciudadanos potencialmente interesados, organizados sin contar con los expertos de la Universidad de Burgos, programados con el habitual sesgo endogámico de los especialistas académicos y totalmente despreocupados de mostrar al héroe como un producto genuino de la tierra que le vio nacer.
Al margen de las bondades -pocas o muchas- del método utilizado para evaluar el estado de cosas, los resultados han sido suficientemente paupérrimos como para tomar en serio el tema y tratarlo en profundidad. Mi contribución al respecto consistirá en intentar contestar de forma congruente una pregunta directa: ¿por qué se tambalea la figura del Cid entre sus conciudadanos?
La respuesta es compleja y hay que desgranarla por partes. No es por culpa del Cid, que no ha variado sus posiciones. Tampoco es por culpa de los nativos, que, más allá de su participación o no en las efemérides, se reconocen en su trayectoria. En absoluto es por culpa de los demás, que parecen, más bien, incrementar su admiración por el héroe.
La culpa hay que buscarla en la quiebra de la relación de conciudadanía entre el Cid y los castellanos. El héroe está empezando a perder entre los suyos aquel plus de reconocimiento anímico, de alineamiento incondicional que nunca podrán invertir en él los foráneos. El distanciamiento está en marcha porque Castilla ya no existe y los castellanos no ejercen ya como castellanos. Carecen de fronteras que les diferencien, de parlamento que les gobierne y de capital que les identifique.
El desmantelamiento de Castilla se inició hace mucho tiempo y se ha consumado con ensañamiento. Se remonta a la génesis de los estados-nación. Así, mientras Anglia creó la Corona inglesa y conserva su nombre en Inglaterra; mientras Francie hizo lo propio con la Corona francesa y pervive en Francia y mientras los ítalos han transmitido su nombre a la nación italiana, Castilla creó la Corona castellana y, sin embargo, su nombre fue desplazado por el de España. El desguace ha proseguido posteriormente. La creación del Estado de las Autonomías la ha ninguneado hasta tal punto que, lejos de ser equiparada institucionalmente -como mínimo- a Cantabria, Murcia o La Rioja, ha sido subsumida en un módulo político-administrativo inverosímil (nadie puede ser de dos sitios a la vez) y carente de pedigrí: la Comunidad Autónoma de Castilla y León.
Llegados a este punto, todo se ha trastocado de tal manera que hasta la mitifícación del Cid como un buen vasallo castellano repetidamente desairado por su mal señor leonés resulta hoy políticamente incorrecta y aun contraproducente para quien la mantenga como expresiva de lo que realmente fue: el principio del antagonismo que llevaría a Castilla a fagocitar a León subsumiéndole y anulándole históricamente.
Castilla y los castellanos han sido abducidos y su fascinante legado no cuenta ya con más soporte que el que le proporciona el capitalismo vigente. Sobrevive lejos de las esferas anímicas jugando el juego interesado de los publicistas, de los turistas, de los académicos, de los animadores culturales, de los voceros ideológicos, de los coleccionistas de certificados, de los novelistas históricos, de los mercados medievales, de los cursos de verano, de los politiqueos de turno, etc., etc. El propio Cid es poco más que una mercancía adobada como «patrimonio de la humanidad», «personificación del alma hispana» o «ejemplo del hombre que se hizo a sí mismo».
El distanciamiento entre el héroe y los suyos detectado tanto por el periódico como por el gerente responde, en mi opinión, al deterioro que está deparando la laminación de la identidad castellana y de su memoria histórica. La regresión del Cid en el imaginario de sus conciudadanos es intencionada, de naturaleza política y tiene valedores conocidos. Se debe específicamente a la desconexión del común con su pasado al impedirle sentirse orgulloso de su trayectoria y privarle de la convicción de estar inmerso todavía -bien que en una frecuencia diferente- en la misma onda histórica que le tocó vivir a Rodrigo Díaz en el siglo XI.
No deja de ser un motivo de alegría, por descontado, que el universo mundo se interese por el personaje, pero creo que, sin patria conocida en la actualidad y sin el respaldo incondicional de los suyos, sometido al albur de la mercantilización y de los oportunismos, el héroe que construyeron los castellanos para sí tiene ya los pies de barro, sobrevive anímicamente desahuciado y solo persistirá mientras reporte dividendos. Mantengo con rotundidad, como dije a finales de abril en este mismo periódico, que nuestro excepcional patrimonio -el Cid, pero
también el idioma castellano- está perdiendo sustento anímico entre nosotros a marchas forzadas y que la atención que le prestan otros depende ya tan solo de los recursos que genere. En mi opinión, el tambaleante porvenir del Cid en la mentalidad de los suyos no es más que un resultado perverso del gravísimo problema que subyace a la advertencia que realicé hace bien poco: «diluir a Castilla no ha sido nuestra mejor inversión».


Juan José García González es catedrático de Historia Medieval de la Universidad de
Burgos.

martes, 2 de octubre de 2007

Viaje por España, de Teófilo Gautier (La moda)

Desde Burgos, pasando por Valladolid, llega hasta Madrid. Allí, en el Paseo del Prado, se detiene en la descripción de la moda española:


MADRID



“En el Prado se ven muy pocas mujeres con sombrero, a excepción de alguna papalina amarillo azufre, que en algún tiempo debió de adornar a borricos amaestrados; sólo se ven mantillas. La mantilla española es, pues, una verdad; yo había creído que no existía sino en las novelas de Crevel de Charlemagne: es de encaje negro o blanco, por lo general negro, y se coloca en la parte de atrás de la cabeza sobre la peineta; algunas flores colocadas sobre las sienes completan este tocado, que es de lo más encantador que pueda imaginarse. Con una mantilla tiene una mujer que ser más fea que las tres virtudes teologales para no resultar bonita; por desgracia, esta es la única prenda que se conserva del traje español; el resto es completamente a la francesa. Los últimos pliegues de la mantilla flotan sobre un chal, un odioso chal, y éste va acompañado de un traje de tela cualquiera, que en nada recuerda a la basquiña. Parece imposible tal ceguera, y no comprendo cómo las mujeres, que, por lo general, son clarividentes en lo que a su belleza se refiere, no se dan cuenta de que su supremo esfuerzo de elegancia llega todo lo más a asemejarlas a una petimetra de una provincia, resultado poco halagüeño. El traje antiguo resulta tan propio para el carácter de belleza y para las proporciones y costumbres de las españolas, que es, en realidad, el único posible. El abanico corrige un poco esta pretensión de parisianismo. Una mujer sin abanico es una cosa que no he visto aún en este bendito país; las he visto que llevaban zapatos de raso sin medias, pero tenían un abanico; el abanico las acompaña a todas partes, incluso a las iglesias, en donde se ven mujeres de todas edades, arrodilladas o sentadas sobre los talones, que rezan y se abanican con fervor, santiguándose de cuando en cuando a la manera española, que es mucho más complicada que la nuestra, lo que ejecutan con una precisión y una rapidez digna de soldados prusianos. El manejo del abanico es un arte completamente desconocido en Francia. Las españolas lo realizan a maravilla; el abanico se abre, se cierra, se revuelve entre sus dedos con tal viveza y tan ligeramente, que un prestidigitador no lo haría mejor. Algunas elegantes tienen colecciones de mucho precio. Recuerdo una que contaba más de ciento de diferentes estilos; los había de todos los países y de todas las épocas: de márfil, de nácar, de sándalo, de lentejuelas, acuarelas de tiempo de Luis XIV y de Luis XV, de papel de arroz, del Japón y de la China, nada faltaba; algunos estaban sembrados de rubíes, de diamantes y de otras piedras preciosas; es un lujo de buen gusto y una manía encantadora para una mujer bonita. Los abanicos, al abrirse y cerrarse, producen un débil silbido que, repetido varias veces por minuto, da su nota en medio del rumor confuso que flota en el paseo y tiene algo de raro para un oído francés. Cuando una mujer se encuentra a alguien que conoce, le hace una seña con el abanico y le dice, al pasar, la palabra abur. Ahora vamos a hablar de las bellezas españolas.
Lo que nosotros entendemos en Francia por tipo español no existe en España, o, por lo menos, yo no he tropezado con él. Cuando se dice señora y mantilla, se figura uno un óvalo alargado y pálido, grandes ojos negros coronados por cejas de terciopelo, una nariz fina un poco arqueada, una boca roja como una granada, y además de todo esto, un tono caliente y dorado que justifique el romance Elle est jaune comme une orange . Este es el tipo árabe o morisco, no el tipo español. Las madrileñas son encantadoras en la completa acepción de la palabra; de cuatro, tres son bonitas; pero no responden a la idea que uno se ha formado. Son menudas, lindas, bien hechas; el pie pequeño, la cintura cimbreada, el pecho abundante; pero tienen la piel muy blanca, los rasgos delicados y poco acentuados, la boca en forma de corazón, y podrían representar perfectamente algunos retratos de la Regencia. Muchas tienen el pelo castaño claro, y no se dan dos vueltas en el Prado sin encontrar siete u ocho rubias de todos los tonos, desde el rubio ceniza, al rojo fuerte, el rojo de la barba de Carlos V. Es un error creer que en España no hay rubias. También abundan los ojos azules; pero no son tan estimados como los negros.
En los primeros días nos costaba mucho trabajo acostumbrarnos a ver mujeres escotadas como para un baile -los brazos desnudos, zapatos de raso, flores en la cabeza y el abanico en la mano- pasearse solas en un sitio público, pues aquí no se da el brazo a las mujeres, a menos de ser su marido o un pariente cercano; se contentan solamente con ir a su lado , por lo menos mientras es de día, pues una vez de noche, la etiqueta es menos rigurosa, sobre todo con los extranjeros, que no la conocen bien.
Mucho nos habían alabado a las manolas de Madrid: la manola es un tipo desaparecido, como la griseta de París, como las transtiberinas de Roma; existe aún, pero despojada de su carácter primitivo. No lleva su traje atrevido y pintoresco; la noble indiana ha substituido a las faldas de colores vivos, bordadas de ramajes excesivos; el horrible zapato de piel ha suplantado al zapatito de raso, y, cosa tremenda, la falda se ha alargado más de dos dedos. En otro tiempo bullían en el Prado con sus ademanes vivarachos y su traje singular; hoy es difícil distinguirlas de las burguesitas y de las mujeres de los comerciantes. He buscado la manola pura sangre en todos los rincones de Madrid: en los toros, en el jardín de las Delicias, en el Nuevo Recreo, en la fiesta de San Antonio, y no he encontrado una completamente castiza. Un día, recorriendo el Rastro -el Temple de Madrid-, después de haber saltado por encima de gran número de pordioseros que dormían tendidos en tierra en medio de horribles andrajos, me encontré en una callejuela desierta; y allí vi por primera y última vez a la manola tan deseada. Era una muchacha alta y fornida, de unos veinticuatro años, al edad más avanzada a que pueden llegar las manolas y las grisetas. Tenía la tez tostada, la mirada firme y triste, la boca un poco gruesa y un no sé qué de africano en el corte de su cara. Una enorme mata de cabellos, azules a fuerza de ser negros, trenzada como el asa de un cesto, le rodeaba la cabeza, sujeta por una gran peineta de teja; llevaba en las orejas pendientes de cuentas de coral, y adornaba su cuello moreno un collar de la misma materia; una mantilla de terciopelo negro encuadraba su cabeza y sus hombros; su traje, tan corto como el de las suizas del cantón de Berna, era de paño bordado, y dejaba al descubierto sus piernas finas y nerviosas, calzadas con medias de seda negra,muy estiradas; los zapatos eran de raso, a la moda antigua, y su abanico, rojo, temblaba como una mariposa de cinabrio entre sus dedos, cargados de sortijas de plata. La última de las manolas dió la vuelta a la esquina de la callejuela y desapareció, dejándome maravillado de haber visto paseándose en el mundo real un traje de Duponchel, un disfraz de ópera. También pude observar en el Prado algunas pasiegas de Santander con su traje nacional: estas pasiegas son consideradas como las mejores nodrizas de España, y el afecto que toman a los niños es tan proverbial como en Francia la honradez de los auvernianos; llevan una falda de paño rojo de grandes pliegues, orillada de galón ancho; un corpiño de terciopelo negro, galoneado igualmente de oro, y a la cabeza, un pañuelo de colorines, todo ello acompañado de alhajas de plata y otras coqueterías salvajes. Estas mujeres son muy guapas y suelen tener un aire de fuerza y de vigor muy chocante. La costumbre de acunar a los niños en los brazos les da una actitud cimbreada, que va muy bien con el desarrollo del pecho. Tener una pasiega vestida es una especie de lujo, semejante a llevar un Klepta detrás del coche.
No he dicho nada del traje de los hombres: mirad los figurines de modas de hace seis meses en cualquier sastrería, y tendréis una idea exacta. París es el pensamiento de todo el mundo, y recuerdo haber visto un letrero en el puesto de un limpiabotas , que decía: “Aquí se limpian las botas al estilo de París.” Gavarni y sus deliciosos modelos son el fin modesto que se proponen alcanzar los hidalgos modernos: no saben que sólo lo más visto en París puede llegar a ellos. Sin embargo, haciéndoles la justicia debida, diremos que van mejor vestidos que las mujeres, y tan charolados y tan enguantados de blanco como es posible ir. Sus levitas son correctas y sus pantalones aceptables; pero la corbata ya no es de la misma pureza, y el chaleco, la sola prenda del traje moderno en que puede mostrarse la fantasía, no es siempre de un gusto irreprochable.”

Gautier, Teófilo. Viaje por España, Tomo I. Traducción de Enrique de Mesa. Espasa Calpe, Madrid, 1932